En puridad, no hay demasiadas diferencias entre la epistemología de la ciencia y la epistemología de la vida cotidiana. Es decir, que todos vosotros tenéis cierto grado de pensamiento científico. Historiadores, detectives, electricistas… todos usan los mismos métodos básicos de inducción, deducción y evaluación de los datos que los físicos o los bioquímicos.
La diferencia crucial es que la ciencia moderna intenta llevar a cabo esas operaciones de forma más cuidadosa y sistemática, por ejemplo usando controles y ensayos estadísticos, insistiendo en la repetición, desconfiando de testimonios, etc.
Tampoco se basa sólo en la observación (por ejemplo, como he visto a un gnomo o que un amigo mío puede levitar, entonces los gnomos y los superhéroes existen): el razonamiento por el que se pasa de las observaciones científicas a las teorías científicas es mucho más intrincado y precisa de una enorme red de datos empíricos, no de una sola observación.
Resumido en una frase de Clovis Andersen: “Uno no sabe nada hasta que no sabe por qué lo sabe.”
Llegados a este punto, mi amigo de cafetería podría discrepar de los estudios que le había presentado pero… ¿hasta qué punto podría hacerlo? Como dije, hay verdades científicas que no son opinables (salvo que aportes un quintal de pruebas, con lo cual dejas de opinar para sostener evidencias). Por ejemplo, si explico a alguien el funcionamiento de un aparato de radio, él no puede replicar: ésa es tu opinión, pero yo creo, contra lo que dice la teoría, que la radio no funciona así.
Esto es obvio. Lo que no es tan obvio es cuando se trata de estudios científicos de gran carga hipotética. Entonces alguien podría discrepar. O encontrar algún fallo evidente. Pero ¿hasta qué punto? Lo lógico es que, en primer lugar, el discrepante debería conocer todos los detalles del estudio. En segundo lugar, debería tener amplios conocimientos sobre la disciplina que está en juego (un físico probablemente no será competente en bioquímica y viceversa).
Pueden existir personas así, pero son escasas… y no era precisamente la persona que estaba tomando el café conmigo. Sin embargo, hoy en día la complejidad de la ciencia es tan elevada que los científicos, individualmente, poco o nada pueden aportar. Son los grupos de científicos, incluso multidisciplinares, los que están más legitimados para poner en entredicho determinados estudios mediante argumentaciones o nuevos experimentos que, a su vez, pueden ser analizados, criticados o repetidos por el resto de la comunidad científica.
Sé que suena a mafia. Pero la idea que quiero transmitir es que, a medida que los conocimientos científicos gana en complejidad, los individuos pierden cada vez más crédito en virtud del la comunidad, de una ordenada red de individuos que perfeccionan dicho conocimiento.
Como explica Richard Posner en su obra Public Intellectuals:
El público da más importancia de la debida a las credenciales cuando un académico opina de cosas que caen fuera de su especialidad. (…) Es particularmente probable que sean a la vez sagaces y estúpidos en una era de especialización (…) el brillante matemático, físico, artista o historiador puede que sea incompetente cuando se trata de cuestiones políticas o económicas.Todas las hipótesis científicas han de ser consideradas verdaderas, siempre y cuanto se apoyen en evidencias contundentes. En el momento en que la regla o el hecho que determine dicha ley científica, no se cumpla, la ciencia dejaría de tener razón, por ejemplo:
En matemáticas, la suma de dos números pares cualesquiera da como resultado otro número par. En el momento en que se encontraran dos números pares que, sumados, resultaran un resultado impar, esa regla dejaría de cumplirse y pasaría inmediatamente a ser falsa, o verdadera con alguna excepción.
SI la ciencia lo dice, solo la ciencia sabe si es verdad, o es mentira, veo gente diciendo, Claro!, por supuesto!, Pero no hacen parte de la ciencia, no saben como trabaja esto, no saben si lo que se comprobó es cierto o no, simplemente lo dicen así, sin saber si los están engañando, están todos taponados por el sistema, creen que la ciencia lo sabe todo y no es así, stephen hawking dice que Dios no existe, y explica el bing bang y todo eso, WAO!, Dije, la primera vez que lo ví, pero no cuesta mucho entender, que la naturaleza es perfecta, y la ciencia no explicará esto nunca, jamás, los fenómenos naturales, la rotación de la tierra, la ciencia jamás explicará eso, Porque?, porqué todo tiene que ser así?, porque es tan perfecto?, porque nuestra tierra rota y cuando rota alimenta millones de plantas y seres de energía, porque?, porque? todo esto es tan perfecto, la ciencia va por un camino materialista, y el sentir es mucho más poderoso que el ver, grabate eso amigo, entiende, todo esto que ha creado el hombre, las ciudades, los edificios, el dinero, todo es una realidad taponada, la gente simplemente piensa que la vida es para nacer, crecer, reproducirse y morir, así lo dice la ciencia, pero no es verdad, al mundo vinimos a recordar, y no a aprender, que somos parte de la creación, algo perfecto, nuestro sistema corporal es perfecto, todo es perfecto, la ciencia nunca explicará eso, el camino simplemente es el ser, darse cuenta de que el mundo está corrompido y luego, averiguar quién eres por tí mismo, y cual es tu fin, como vas a recordar, la ciencia no está de acuerdo con eso, y Por eso NO ES VERDAD, Definitivamente, ya que ese no es el camino.
EJEMPLOS
Gabriel y Elena están hablando sobre cuánto tarda la luz en llegar del sol a la Tierra.
Gabriel acude a la Wikipedia (fuente súper confiable), donde lee que el Sol está situado a 149600000 kilómetros de la Tierra, lo cual es indiscutible. Teniendo en cuenta que la luz viaja en el vacío a una velocidad de 300000 kilómetros por segundo (eso también es un hecho indiscutible, ¿verdad?), es fácil llegar a la respuesta.
Con una simple ecuación, de esas que nos enseñan en la escuela, podemos deducir la duración de la luz proveniente del Sol en llegar a la Tierra:
149600000 km / 300000 km/s = 498,67 segundos, lo cual es equivalente a 8,3 minutos.
Sin embargo Elena se queda pensando, y le pregunta a Gabriel:
— ¿Pero cómo sabe que eso es lo que dura?
— Porque es simple matemática.
— Pero, ¿cómo sabe usted que esas son las cifras correctas?
— Pues porque así lo dicta la ciencia: la velocidad de la luz es 300000 kilómetros por segundo, y la distancia de la Tierra al Sol es 14960000 kilómetros.
— ¿Y cómo lo sabe?
— ¡Lo enseñan en la escuela! Está en los libros, está en la televisión, los profesores hablan de ello, ¡todos lo saben!
— O sea que su conocimiento de esas cifras proviene de lo que le han dicho otros.
— Pues… sí.
Gabriel se da cuenta de que todo lo que sabe sobre ciencia, todo lo que ha leído con tanto entusiasmo en libros, revistas científicas, lo que ha visto en History Channel… todo ha sido una transmisión de información, donde ésta se da por verdadera, pero que a él no le consta, que él no ha comprobado nunca por experiencia propia.
Desde un punto de vista empírico, los argumentos de “me lo dijeron”, “lo leí en una revista científica”, “lo dan en la escuela”, “es obvio”, y “todo el mundo lo sabe, no sea imbécil”, son, en este caso, insuficientes para validar un conocimiento que se proclama como verdad universal.
Bajo esta lógica, entonces podríamos plantear esta situación: X me dijo que los fantasmas existen. La revista P habla de experiencias sobre fantasmas. El canal Y relata historias de fantasmas. Por lo tanto, los fantasmas son reales y verdaderos, pues me han contado de ello dándolo por hecho.
A partir del párrafo anterior, se ve muy fácilmente venir comentarios como “pero la ciencia es diferente”, “pero la ciencia sí es comprobable”, “pero los fantasmas es pseudociencia”, y un nutrido etcétera. Y sí, en cuanto al fondo de la comparación fantasmas vs. ciencia, existen diferencias sustanciales de carácter conceptual, pero la forma de apropiación de conocimiento es, básicamente, la misma.
Hay que ser honestos con uno mismo y preguntarse: ¿cómo sé lo que sé? ¿Cómo sé que respiramos oxígeno? ¿Cómo sé que estamos formados de átomos? ¿Cómo sé que en la Luna hay gravedad? Sé que una cortada en el dedo duele, porque lo he experimentado, pero ¿cómo sé que la velocidad de la luz es 300000 kilómetros por segundo, si no es más que porque lo he aprehendido (con “h” intercalada”), que lo he sabido a costa de otros, y no porque yo mismo lo haya experimentado y validado por cuenta propia?
La concepción social de la verdad científica
Actualmente, el prestigio de la ciencia como garantía de la verdad es lo que se dice muy grande.
A las proposiciones de carácter científico se les confiere una doble virtud: no sólo son verdaderas sino que además lo son de manera permanente e irrefutable. En la misma tesitura, se acepta que la ciencia no admite titubeos o incertidumbres: lo que ya ha sido demostrado científicamente como verdadero es clara y completamente cierto, mientras que lo que aún no ha recibido tal carácter permanece en la profunda oscuridad de lo desconocido.
Por lo tanto, puede decirse que, en la opinión del público en general, las verdades científicas son ciertas, permanentes y completas.
"La comunidad esta implicada en el acto, en apariencia solitario, de pensar significativamente lo real. Esta comunidad de una evidencia básica, constituida por aquello de que se está hablando es condición de posibilidad no sólo de la opinión que resulte verdadera, sino inclusive de la que resulte falsa" (Nicol, 2003, 80).
En cambio, en los medios formados por profesionales de la ciencia, los investigadores aceptan que la verdad científica es solamente probable, transitoria e incompleta.
La permanencia de la verdad científica es otro aspecto en el que difieren la opinión popular y el concepto profesional. El público en general tiene una posición ambivalente al respecto: por un lado, quiere pensar que "ahí afuera" existe una especie de montaña formada por un material purísimo llamado Verdad y que los científicos son como picapedreros que con más o menos esfuerzo logramos obtener fragmentos de distintos tamaños de este material, que conservará su valor y su pureza para siempre; por otro lado, se da cuenta que, a través de la historia, algunas verdades científicas han cedido su lugar a otras, frecuentemente parecidas pero ocasionalmente tan distintas que se diría que son opuestas (no hace demasiados años se aceptaba que las células diploides normales de la especie Homo sapiens tenían 48 cromosomas; en 1956 se demostró, no sin cierto bochorno internacional, que en realidad sólo poseemos 46 cromosomas). Para estos casos, que no son pocos, el público en general ha adoptado el concepto del "progreso", o sea que las verdades científicas pueden pasar de menos a más desarrolladas, siendo al mismo tiempotodas ellas ciertas.
"En el primer nivel de verdad encontramos, pues, aquellas simples manifestaciones de lo real cuya forma más depurada y precisa es concepto. Como el proceso de conceptualización es discursivo, no garantiza de antemano la verdad" (Nicol, 2003, 80).
No hay comentarios:
Publicar un comentario