Que el Gobierno del PP está estafando a todo el mundo es ya una obviedad. Que está estafando a sus votantes y a todos los ciudadanos del Estado español. Que no solo no cumple con su programa electoral sino que hace exactamente lo contrario de lo que en él anunció. Que no solo no cumple con la palabra de sus líderes sino que inventa un nuevo idioma para incumplirla: los recortes son reformas; la recesión, tasa negativa de crecimiento económico; la subida de impuestos es un recargo temporal de solidaridad; la amnistía fiscal, recuperación de activos ocultos; abaratar el despido es flexibilizar el mercado laboral; congelar los salarios, mejorar la competitividad; al empleo precario lo llaman minijobs; al copago, ticket moderador; la privatización de la Sanidad es una colaboración público-privada; la gestión privada de una empresa pública, optimizar costes. Por no entrar en sus explicaciones cuando los encuentran, y es un día tras otro, con las manos en la masa del botín: estafan robando como vulgares ladrones y estafan justificando como burdos mentirosos.
AMANECE
Creo observar en la distancia, sintiéndome casi despierto, al abrir los ojos, sumido en la modorra, cuando apenas clarea, como va surgiendo en medio de tan agradable duerme vela, una diminuta vaguada, apenas una hendidura rasgada en la niebla, donde se juntan y confluyen dos regatos, cabalgados con sonoro estruendo por un líquido turbio de color arcilloso, mientras el viento se afana en terminar de desvestir las otoñales ramas de los árboles, se presume que a ras de tierra, arropado por la semi-penumbra, se despereza en silencio un valle colmado de vida.
La bifurcación que baja por la diestra, parte desde la misma base de una plateada mole caliza y se alimenta de las aguas llovidas por las veleidosas nubes, que emburriadas por el viento no supieron, o no pudieron levantar el vuelo a tiempo y terminaron estrelladas contra la peña Gradura, muy cerca de la Mucheirina. El otro ramal de la imaginaria uve se dibuja con débil trazo entre sucos y espesos matorrales, oculto por momentos por la arboleda, se inicia en los hasta hace poco, áridos y resecos pastos de los prados del pueblo de Murias. Son estos rubios y desbocados manantiales -que lo inundan todo- y se divierten peinando los resecos y tostados yerbajos, fruto de una fuerte tormenta reciente. La proximidad de bosques de castaños y robles, infunde y regala al rincón el leve rumor y la magia de sus aires, preñados de un ventolín fresco. Ladra con desgana en el camino un can de raza indeterminada, mientras se estira y despereza; se escucha alejándose el monótono traqueteo de un carro. Chillonas bandadas de gorriones disputan y se afanan, buscando alimento, volando entre los bardiales.
Cierro los ojos y muro el horizonte agazapado desde la distancia, mientras desciendo lentamente al acogedor cuenco donde nací, ya contemplo el verde familiar de los fresnos, respiro el aire perfumado, quizá solo sea una ilusión, el confuso y feliz recuerdo de un aroma del pasado, mezclado con un leve regustillo a mohoso y gastado, de los cargados árboles frutales de sus pomaradas, cuando menos deben ser las manzanas alineadas en los estantes de la oscura panera, de una sosegada aldea tevergana, con sus caleyas empinadas, sus destartaladas casonas de piedra, sus rincones y sus gentes. Bien pudiera ser el recuerdo de los paseos vagabundos por el bosque de castaños que ciñe el barrio por la Melendral dirección a las Curniellas y Bobía hasta perderse en el cauce hondo de la vaguada, sin olvidar un cortejo de elevados álamos que la continua en dirección contraria hasta perderse en el barrio de Viescas.
¿Qué es lo que queda de aquellos tiempos pasados de niñez y juventud, aparte del campaneo de los recuerdos y sensaciones, vestigios mentales que se despiertan por momentos como reales en mi fantasía? Ya no acierto a distinguir el vuelo de tantas golondrinas dispuestas a refugiarse en los aleros sin techo, o posarse en los alambres del tendido eléctrico, ni me llama la atención la orla rojiza del crepúsculo sobre el perfil de la loma de Santa Marta como quieto lomo de un gran animal muerto, y pienso con pesar que al álbum familiar ya no le restan más que noches en blanco y estas distantes, ajadas y descoloridas asemeyas del carajo que me llenan el magín.
Hace unos instantes que la abuela Estrella destrancó la puerta del gallinero, dando libertad al más preciado manjar de la rapiega, alados habitantes que duermen durante la noche encaramados haciendo equilibrio en una de sus patas sobre redondos palos de avellano, ensuciados y teñidos por sus propios excrementos, de un corral, en el que un gallo de color negro y cresta carmesí, acicalado con sus mejores galas, canta y escarba arrastrando el ala desafiante, tratando de controlar las gallinas que corretean atareadas picoteando y dando cruel martirio a los merucos, que reptaban ajenos a las andanadas de picotazos que se les vienen encima de improviso, tratando de ocultarse entre húmedas hojas, restos de acelgas y lechugas o pasto recién cortado, que alfombran la entrada de un recinto acotado mediante empalizada de juntas y paralelas mitades de pelados troncos de madera de castaño, fruto del laborioso quehacer, del anciano ex minero y silicótico abuelo Avelino.
Nos encontramos en un rincón apartado del pueblo de Prado. Una fuerte racha de viento agacha y sacude los altos fresnos que se alinean siguiendo el borde de uno de los riachuelos, dejando elevarse libremente sus volanderos frutos, habiendo culminado previamente el concienzudo barrido de los últimos restos de las nubes que en la noche descargaron sus perladas gotas sobre las sedientas tierras teverganas, huele a tierra mojada que acaba de saciar su sed y el ambiente está fresco, observando las abundantes hojas tostadas en los suelos, diría que estamos en un mundo otoñal y caduco y que la Seronda se muestra bastante avanzada.
Cuatro casas conforman el diminuto y retirado barrio del Río, la más elevada destaca por su blanco encalado y pertenece al tío Ramón y su familia, tiene planta rectangular con el piso superior como vivienda, debajo la cuadra de las vacas y el caballo Moro, en la parte trasera el pajar y un huerto que lo rodea, que ahora parece desangelado, muestra una hilera de berzas de cuello largo y desgarbado, unos cuantos nabos en un arríate, un mar de cenizos y tallos filamentosos de cola de caballo, que son los restos de los frutos y malas hierbas de la temporada. Aledaña y separada por una presa que baja llena a rebosar, como vena hinchada por el esfuerzo, surcada por veloces y abundantes hojas, dicha conducción es empleada para alimentar un molino hidráulico, cuyo cubo aparece unos metros más abajo; en este paraje se sitúa la casa de los abuelos, origen del asentamiento allá por los años posteriores a la primer guerra mundial del siglo pasado.
Esta vivienda, a diferencia de sus vecinas y compañeras, en su parte inferior no dispone de establo, siendo ocupada la estancia por las redondas muelas, la tolva, estantes, duerno de salar carne y arcón de herramientas de labranza y mina. En su nivel más bajo aparece el rodeno unido a recio árbol o eje de madera que recibe el empuje del líquido y lo transmite a los pesados discos de piedra, pertenecientes todos a la impedimenta de un molino harinero de temporada de lluvias.
Trajina afanada la vieja señora de cara redonda y arrugada, vestida de negro, peinada de moño y con una pañoleta sobre la cabeza, se trata de nuevo de la abuela Estrella y aunque aparente bastantes más años, tiene recién cumplidos los sesenta, muestra las manos tiznadas de blanco, restos sin duda de piñerar recientemente con el cedazo harina. Se oye de fondo el monótono ruido del molino; despide a una parroquiana, que se aleja llevando del ronzal a un asno nervioso y perlado de mataduras, después de haber depositado en el portalón el odre del pellejo de un cabrito relleno de grano de maíz, a fin de ser convertido en sabrosa harina para hacer papas o boroñas. Abandona la negra figura el camino de tierra, sube unos macizos peldaños de piedra con barandilla de madera y se introduce en la vivienda, dentro está un rapacín repeinado, larguirucho y flaco –del que no me puedo separar- ronda los once años y responde al nombre de Mino, está dando cuenta de una buena taza de farugas de pan con leche.
—Espabila pesau, que ya salía de casa Balbino –le comunica a su nieto al entrar.
En la percha del pasillo de entrada, cuelga una abollada zurrona usada pa traer la leche del monte, una oscura zamarra y un sombrero de paja, componen el austero mobiliario de la estancia cocina, una mesa larga y dos bancos corridos, de una madera que parece blanca, quizás debido a las fuertes friegas con arena y lejía, aunque suele estar cubierta por un hule.
Un gato zalamero levanta la cabeza y miaga suplicante, frotando su tieso rabo contra las piernas del chiquillo que solícito empuña la jarra de leche y vierte parte del blanco manjar, en un cuenco de madera posado en el suelo, que sirve de comedero para los mininos. De frente entra la luz a través de un pequeño ventanal con visillos, las contras están recogidas y son estrechas y alargadas, le acompañan dos tiestos con geranios que adornan su parte inferior, deja delante el fregadero y un grifo que surte con agua corriente canalizada desde el río, del picaporte cuelga un reluciente y amarillo cangilón de metal con largo rabo, que se emplea para beber, al lado va la cocina de carbón de marca Hergón, tiene una barra plateada con remates amarillentos donde cuelga un rodillo grasiento, un par de planchas macizas de hierro colado, que se suelen calentar colocándolas encima del fogón, al frente un horno que en el invierno es muy útil para caldear las zapatillas, secar los calcetines mojados y los mismos pies -si se tercia- después de pescar una buena mojadura, cuenta también con una paila para calentar el agua, el suelo es de madera de castaño veteada y nudosa.
Detrás y elevada hay otra ventana que da al cubo del agua del molino, con dos armarios empotrados, el mayor con puerta al frente y se emplea como alacena de la comida, en el lateral aparece otro hueco con puerta con tupida reja apropiado para secar quesos, fuera del alcance de las golosas moscas, donde también se sitúa un farol, hecho con hojalatas de forma artesanal por el hojalatero que se anunciaba en el pueblo una vez al mes como los afiladores a voz en grito y que se ganaba la vida con esas obras y de colocar remaches a las potas; emplea el candil aceite con una mecha para dar luz, está pedido –a la buela- por el chiquillo para ir a cortejar a Blanquina, la pecosa y delicada hija de Virtudes, cuando tenga edad.
Del techo cuelga suspendida por trenzado cordón, una pantalla con revestimiento de porcelana, el conjunto parece blanco aunque las manchas producidas por los oscuros excrementos de los insectos voladores, le confieren aire de apolillada, la bombilla se alimentada a los 125 voltios habituales en aquellos tiempos. En otro pequeño armario con patas situado en la parte izquierda van los platos, tazas de bola, cuencos, potas y cazos, a la diestra un cartucho con azúcar, y otros con sal y arroz, también hay fardelas con fabas, arbejos y farina de maíz.
Al fondo tenemos una puerta pintada de gris perla y que da paso a una sala contigua, con una laja de gastada piedra como base, restos de la antigua entrada a la vivienda ya que la actual cocina fue en su día un portalón. Es la sala rectangular y tiene en el frente una galería que mira al sur, dotada de estrechos cristales con visillos y contras de madera que se sujetan cerradas con calavichas (especie de pestillos, como encierres aldeanos) cada lateral cuenta con dos puertas y en medio sendos armarios para ropa y los cacharros, destacando la desgastada batería de cocina de San Claudio pa las fiestas, arrimado a uno de los armatostes se divisa la encapuchada figura de una vieja máquina de coser Singer.
Los huecos portalados dan a las cuatro habitaciones, pequeños habitáculos en los que apenas caben las camas, a la izquierda cuelga de la pared una foto de los abuelos, a la derecha un redondo sillón de mimbre donde el abuelo se solía acomodar y que yo solía aprovechar como acogedor columpio sentado en su pie. Debajo de este mueble se abre una trampilla que mediante escalera te permite bajar a la sala del molino, empleada sobre todo en la noche y en el invierno para atender la molienda sin tener que salir de la casa, a su vera el recio y desconchado baúl con los tesoros que el abuelo Avelino se había traído de la Perla del Caribe, arcón lleno a rebosar de fantasías. Es la sala el lugar apropiado para pegar la hebra en las tardes cuando el sol apenas nos calienta con sus oblicuos rayos mientras declina y se apaga sumido entre los árboles.
Una gran pota rojiza borboteaba sobre el fogón, es la comida de los gochos una mezcla de harina de salvado, patatas y castañas –en muchas ocasiones eran añadidas alimenticias hortigas- que dejaban en la cocina un penetrante olor a llabaza. El hervidor de leche le acompaña un poco alejado de la rojas anillas, con su tapa de aluminio que siempre terminaba por bailar a destiempo, derramando el contenido, dejando por su costados el rastro del delito, delatores restos tostados del líquido; era habitual que te encargasen vigilar la leche y era obligado que te distrajeras -mirando por la ventana atento al paso de quien fuese- cuando la tapa se levantaba y terminaba quemando el blanco elemento encima de la chapa de la cocina, antes que pudieras acudir apresurado con el rodillo a quitar el quemante hervidor, al final recibías como pago un coscorrón y la reprimenda consiguiente.
—¿Buela, que vas facer pa comer güey?
—Un pote de berzas
—¡Siempre berzas! -protestaba, con lo poco que me gustaban los potes, adoraba el jamón, el chorizo y los dulces, el arroz con leche, dulce de leche y nata con azúcar, cheiche a todas horas, eso ya era idolatría.
— Pa detrás tienes tamién castañas amagostadas y una potada de pulguitas que sobraron de ayer.
—Si me haces arroz con leche, como el pote sin rechistar -le trataba de chantajear.
—Cierra el pico y échale una paletada de carbón a la cocina pa que no se apague –me pedía.
Obediente levantaba con el gancho la tapa redonda central y con la otra mano cargaba la paleta en un cajón con carbón y alimentaba el fuego que por momentos se apagaba pa coger después más fuerza.
Suena ruido de descalzar madreñas pero no se oye el Ave María Purísima, ni hay falta de responder con el consabido Sin pecado concebida -letanías repetidas y gastadas por aquellos tiempos- lo que indicaba que era alguien de la familia. Chirría la manilla de la puerta y unos segundos después penetra como un torbellino un neño rubio, con pelo liso y tieso, con cara de revoltoso e inquieto, lleva pantalones cortos y las rodillas muestran una gran cicatriz con postilla seca de la última caída, porta una voluminosa cartera.
—Mino ¿Ya sabes los verbos del francés? ¡Hoy seguro pregunta! –dice en cuanto se encara con su primo y compañero de andanzas escolares.
—Nun seas cenizu –Lleva días diciendo que va preguntar y después nun se acuerda. -¿Te los sabes? Yo no me aclaro.
—Regular, hay tiempos que tracamundio un poco.
Emprenden el camino del Cantón cargados de libros como abechas, con los pies calentinos en las zapatillas dentro de las madreñas y taconeando sobre las gastadas piedras. A la altura de casa Virtudes que tiene sus ventanas adornadas con tiestos, tuercen a la izquierda y antes de comenzar la Carrilona se les une David y Ubaldino a la carrera, era casi la hora de entrar y subían al trote y sin aliento por la empinada travesía, que contaba en lo más alto con una piedra tótem, donde tenía lugar una singular competición entre los pequeños, al salir de la escuela con la vejigas repletas, llenas a rebosar, el reto consistía en quien era capaz de aventar más el mexu.
Transcurre tranquila la mañana en la escuela, enredados en sus quehaceres habituales, los mayores perdiendo el tiempo pensando en las musarañas, o bien charlando disimuladamente con los compañeros y sobretodo procurando que el maestro –que por cierto tien mala cara- no tuviese que interrumpir sus tareas cotidianas de corregir cuentas, dictados y dar explicaciones a los más duros de mollera y tomase cartas en el asunto, cuando el gallinero comenzaba a desmadrarse.
Es el maestro de nombre Manuel, joven y ligero de peso, cara estrecha y alargada, rostro con piel basta y marcas de viruela, la mirada de zorro, de familia de maestros, era su primer destino como enseñante, aquel día sus labios se habían tornado tirantes y resecos –mala seña- peleaba con cerca de una cincuentena de rapaces, pequeños y grandes, los mayores al final de la clase en una hilera de mesas se preparaban para el primer curso de bachiller, con exámenes a efectuar en Oviedo como libres en el instituto Alfonso II al terminar el curso. A partir de las cinco de la tarde en que el aula era abandonada por los alumnos de curso normal, una escasa decena continuaban hasta cerca de las nueve de la noche, en clase particular preparando el bachillerato.
El recinto era un caserón rectangular, amplia sala y alto techo perteneciente al palacio de los Tuñón barrio de la Techera, tres ventanales daban al oeste y de refilón al pueblo que se perdía en la ladera hasta llegar al río, dos al sur y uno de ellos pertenecía a al salón de la escuela, con una pequeña peana especie de losa de piedra que sobresalía en la pared. El edificio contaba con un gastado escudo en la fachada, encalada de blanco en la parte alta, abajo piedra vista, el piso de madera, unas cuantas hileras de mesas con un par de redondos agujeros practicados para alojar el tintero: debajo se sitúa una oscura bodega con una gran prensa con usillo de madera para exprimir la manzana, la entrada tiene un portalón con arco, el piso empedrado, patio cuadrado con restos de una antigua vivienda –donde precisamente había nacido mi abuelo Avelino- los restos de los montones de piedras están irregularmente escalonados, cubiertos en parte por la yedra nos servían para llevar a cabo muchos juegos, escaramuzas guerreras y más de un descalabro; en la parte plana solíamos jugar al balón, a la queda, a la pita ciega, al pañuelo, al marro, aprovechando unos hoyos al efecto a las bolas también conocida por el guá, a la pica la mula y la zapatilla bajo techo en el portalón cuando llovía y tantos otros xuegos que hoy ya ni recuerdo.
Era oscura y de piedra la escalera a la que daba un pequeño ventanuco que apenas filtraba unos rayos de luz, el descanso negro como un ciguato, a la izquierda la escuela a la derecha la casa de Jesús el de la Techera, minero tosco y con malas pulgas al que solíamos importunar la siesta, con nuestros gritos y gran algarabía y que de vez en cuando se vengaba rajándonos la pelota –si la pillaba cuando saltaba al prado que tenía debajo del patio- Un largo y prieto encerado, una recia mesa de nogal pal maestro, y dos desteñidas fotos colgadas en la pared, una con uniforme militar del quícaro sanguinario y otra de paisano un tan Jose Antonio –fascista falangista y llorado mártir, que hacía buena compañía al otro más que criminal- Entre dos de las ventanas un armario empotrado en la gruesa pared de piedra, donde se guardaban ropas que debieran ser de la capilla -aledaña al palacio- y cuando quedábamos de limpieza servían para enmascararnos y jugar con las dorados vestidos de uso en los ritos religiosos. En primavera durante los recreos salíamos a dar una vuelta por los alrededores y a veces recalábamos en una huerta cercana, donde Tomás anciano de pelo blanco, campechano, simpático y parlanchín, de similares ideas izquierdosas al abuelo, también como él pertenecía a la cofradía de los eternos optimistas, que más por deseo que otra cosa, afirmaban pa tratar de auto-convencerse, repitiendo inasequibles al desaliento la gastada cantinela “de este año no pasa, seguro que cae el gobierno fascista…” Cuidaba las abechas, desde un precario caseto techado con uralitas, situado en mitad de la finca y vigilaba que las laboriosas obreras carretearan pa los truébanos (colmenas) todas las flores de las alrodiadas (alrededores).
Como animal que añora su cueva, de vuelta a casa a medio día, con la fame justa, ahora tengo un recuerdo para Ramón, era mi tío preferido y padre de Balbino, buena estatura, pelo liso peinado hacia atrás, tocado con gorra montera de color gris, pantalones de burdo azul mahón sostenidos por un cinturón de cuero gastado, el pañuelo le cuelga en el bolsillo de atrás, jersey de lana tejido en ochos por las laboriosas manos de María, mirada franca, sus ojos brillaban siempre con ironía, socarrón y amigo de embromar a todo el mundo, eterna expresión de buen humor y burla, disponía de una mente certera y ágil respuesta verbal, muy experto posteador en la mina y madreñero en sus ratos libres, un verdadero manitas y un perfeccionista al que no había oficio que se le resistiera; ganadero, labrador y quien nos enseñó a segar con guadaña en el prado de la Melendral por aquella época, cuando nos aprestábamos a abandonar la niñez. Lo sitúo en el portal del molino de píe y maneja con una destreza que maravilla, encima de un tuero de fresno, una afilada hacha que va golpe a golpe, desbastando unos maderos de nogal para fabricar madreñas, primero fendiendo los troncos que previamente cortara con el trozón a un tamaño de algo más de una treintena de centímetros, dependiendo del grueso del tronco se podían sacar una o un par de madreñas o quizá más, su maestría alcanza a manejar como si fuese un bisturí, la zuela, el raseiru y la llegra, dando forma a unos toscos tueros de madera. Todavía recuerdo el día en que nos tomaba el pelo con la lámpara eléctrica de la mina, le ordenaba con voz grave ¡enciendete! Y el candil minero le obedecía, después le mandaba apagarse y la magia funcionaba de nuevo, a continuación nos brindaba que nosotros le ordenásemos y no veas nuestro desconcierto al no ser atendidos, hasta que descubrimos que el truco estaba en un leve giro que le daba a la parte inferior de la lámpara que hacía de interruptor.
Era Ramón también el matarife oficial de los sabrosos cerdos para el consumo familiar del diminuto y familiar barrio, el ritual del San Martín celebrado todos los años al caer el invierno, suponía una fiesta del sacrificio, que sirvió y servía para aliviar el hambre de muchas gentes, bien se merece un monumento el generoso el cerdo y no apechugar en su nombre con la carga negativa de ser un insulto ¡ya pudieran llegarle a la suela de las pezuñas los animales de dos patas, que son tenidos como tales! Les clavaba un largo cuchillo desde la papada hasta el corazón desangrándolos para un caldero donde recogían el cálido y rojo líquido, no dejando de remover para que no cuajase, después era empleada para mondongar unas sabrosas morcillas. Cuando éramos pequeños no nos dejaban presenciar el sacrificio de los bichos, más adelante ya cooperábamos a pelar al animal con el agua hirviendo, raspar con el cuchillo la piel. Después de consumado el sacrificio, el experto carnicero procedía a la operación de abrir en canal tan agradecido animal –del que no se desperdicia nada- y sacar las tripas, corazón hígado, lomos, etc. A continuación de haber vaciado las vísceras se colgaba por las patas traseras a la entrada del molino y se dejaba a serenar toda la noche, para al día siguiente descuartizar, operación que consistía en cortar los jamones, lacones, tocinos, untos y hasta la calamona. Eran en verdad sabrosos aquellos lomos del que siempre terminábamos llevándonos algún trozo al descuido y en improvisada fogata los freíamos sin adobar pero con un aroma que quitaba el sentido y nos los zampábamos de una asentada.
Mientras esperaba que pusiesen la mesa pa comer, desde la galería veía como cruzaba sobre el puente de troncos sobre el río, al que alimentaban las aguas de los dos regatos al juntarse debajo de la casa de los abuelos, observaba a una mujeruca no identificada porteando un haz de leña a la espalda, mientras se cruzaba con Jesús un anciano de piel traslúcida, labio inferior caído y pelo muy blanco, llevaba de la mano una vaca sujeta por una cuerda atada a los cuernos, en dirección a la Cuesta que no era tal ya que el camino negando su nombre era llano, mientras tanto el manso animal pastaba los bordes, las cunetas, el viejo hablaba solo como tenía por costumbre en su delirio, era el loco oficial del pueblo aunque seguro que había muchos más que no le andaban a la zaga, en sus cuerdos desvaríos.
Sumido en la espera de aquel tiempo, no se por que me viene a la memoria…la esfoyaza, manos rudas se encargaban de la esfuecha aunque no eran descartadas las finas y delicadas de muyeres y neños. Me encantaban las tertulias a que daban lugar al anochecer, aquellos días la cocina estaba desbordada por un montón de panoyas desplazando la mesa, se formaba un corro sentados en bancos corridos con los abuelos, padres, tíos y primos, todos compitiendo en rapidez de desvestir las mazorcas, era tiempo de frío y el fogón caldeaba el ambiente, mientras borboteaba la pota de las papas para la cena de los participantes al final de la faena, reunidos bajo la mortecina luz eléctrica de una bombilla de poco voltaje y potencia, cuando no era sustituida por la más romántica de las velas, si el diaño o la rama de algún árbol no le daba por derivar la corriente de la línea eléctrica a tierra, con el consiguiente y habitual apagón; las pañoyas preparadas con sus tiesas hojas eran colocadas en una goxa o maniega ordenadamente para facilitar el ser cogidas sin perdida de tiempo por parte del enrestrador. Y los niños saltar y tirarse sobre los montones de hojarasca del narbaso que a veces eran empleadas para hacer jergones para dormir en las cabañas del monte. Excuso decir que no había radio ni televisión, solo pieles juveniles tersas y risueñas, al lado de otras viejas y arrugadas con el polvo de la tierra adherida tornándolas marchitas y sobre todo la palabra, la tertulia el comentario los chismes, la atenta escucha de los mayores, las anécdotas contadas por unos u otros con más o menos gracejo, novedades o historietas que eran la salsa de la reunión, muertes recientes, cuentos, amoríos y casamientos.
Así contaba uno como hace unos días Constante el de Campiello y si no quedaba identificado para todos, aquí salía a relucir toda su parentela, que si era fío de Maruja, hermano de Pedro el minero, casado con… Se había llevado un susto de muerte, subió al coche de línea -que venía de Oviedo- en Proaza y aunque el tiempo estaba revuelto y lloviznaba de vez en cuando, como venía bien abrigado con una buena zamarra, decidió encaramarse al techo del vehículo ya que dentro solía marearse, trepó por la escalerilla y se acomodó en un banco de madera, no había nadie allá arriba solo en la parte delantera apreció que iba sujeta una caja para entierro que no le dio muy buena espina, atento a sortear las ramas que amenazaban con peinarle el focico, cuando el autobús de línea se acercaba a los laterales para cruzarse con algún camión o coche. En esas estaba cuando apreció como se levantaba de improviso la tapa de la caja… dándole un balto al corazón y una voz que le decía: -¿Ya paró de chover? que le dejó helado, a la sazón un ocurrente vecino de Entrago -poco miedoso- a la altura de San Andrés y dado que habían comenzado a caer unas gotas, ni corto ni perezoso, tomó acomodo dentro de la caja y cuando sintió que alguien más se había encaramado en lo alto del vehículo decidió gastarle una pesada broma.
Otro comentaba como Paco el de Bárcena -que había quedado viudo hacía pocas horas- se desplazó a San Martín a preparar los trámites del entierro de la parienta y como aunque el dolor era intenso, la llamada del vino castellano le jugó una mala pasada, así que el pobre cuitado de taberna en taberna y bebiendo para olvidar, terminó llegando al pueblo con la gran tajada, haciendo eses por el camino y con la corona de la difunta colgada del pescuezo como si de la collera de una caballería se tratara.
Si se terciaba que alguno de los participantes entonaba bien…cosa poco habitual ya que nunca ví una familia más negada pal cante, salían a relucir cantos picardiosos que alegraban las chanzas:
Alegrate vaqueirina
qu'esti añu hai bon maíz
tengo yo una panochona
barbada pu la raíz.
Muchos cuentos me habían contado siendo niño, algunos los llegue a creer, otros servían para crear un mundo paralelo en el que habitar cuando las cosas se torcían en este. Aquellos apreciados días en que te acunaba la melodía suave del viento en las ramas de los fresnos, al caer la noche llegaba el aliento calentucio de Castilla, durante el día arreciaba el canto de las cigarras, distraído seguías el nervioso ajetreo de las lagartijas asomando por entre las piedras de los paredones, era continuo el trajín de arrear el ganado por los caminos anunciado su paso por el son de sus cencerros, el palo en los costillares o el aguijonear sus cuartos traseros con la puntiaguda guiada. Cuando al oscurecer eras reclutado para desgranar el maíz, frotando una panoya con otra, al final de la tarea nos entreteníamos haciendo torres con los tueros en competición al que consiguiese colocar más pisos sin que se derrumbara el precario edificio.
Recuerdo como un verano de unos años antes, al volver de haber pasado unos días durmiendo en Marabio se solía llevar a cabo en el mes de la yerba –para no tener que subir y bajar al monte todos los días- y como al regresar me había abrazado la abuela llorando a moco tendido, quedé muy extrañado sin saber el motivo, después fui atando cabos y resultaba que los abuelos habían recibido una carta de padre en la que anunciaba sus intenciones de casarse de nuevo, no se lo que le habrían contestado los viejos o por que otros motivos el caso es que se frustró el casorio, lo que estoy seguro es que la abuela le hacía un gran reproche, decía a quien quisiera escucharla:
— ¿Cómo iba a darles una madrastra a los sus neñus?
Que debía ser lo peor del mundo, por lo menos así le parecía a ella, que era muy aficionada a leer libros de cuentos en los que no había una madrastra buena.
Era engorrosa la vida de un tímido siempre metido en la concha y ahora me estoy dando al vicio de los recuerdos, a la vejez le acompaña la caricatura, cualquiera se vuelve triste y ridículo, hasta nos embarga el miedo a palmarla, y te das cuenta que perdiste la alegría, es una pena sin salida, que nos niega deseos y ambiciones, convertidos así o asá en redomados egoístas, materialistas y roñosos; para casi todo hay más de una razón, a veces muchas explicaciones convencen menos que una sola bien atinada, así me alcanza la imagen de las chicas que aprendían costura con tía Armonía, era Tere la de Ignacio, una jovencita linda y alegre con unos ojos a los que le había prestado sus verdes destellos el campo asturiano, de Tere de Bandujo diré que me parecía lozana, tengo una imagen borrosa pudiera ser trigueña de piel blanca ¿o sería morena? no sabría distinguirla, hace décadas que no la veo para renovar la imagen. Cuando comenzabas a apreciar las mujeres de otra forma -en la escuela franquista solo había maromos- siguió la edad del pavo encontrándonos descolocados no sabíamos como tratar a aquellas hembras que te atraían sin saber bien por que, o bien admirabas por el contraste y no eran las abuelas o tías; estando de vacaciones gustaba de pasar la tarde contemplando con ojillos redondos de pollo, aquellos seres de pelos largos que comenzaban a tomar formas rubicundas, que estaban en la flor de la vida y que se movían con tanto desparpajo entre hilvanes, ojales, botones, sisas, bordados y bodoques, está visto que para admirar y gozar la belleza y la vida no hay nada como la primer juventud.
SOCIEDAD MACABRA Y ADELANTE NOSOTROS
Fue el primer presidente del Consell Preautonòmic del País Valencià -antecedente
de la actual Generalitat- tras la reinstauración de la democracia. Pero un año
después de su elección, el 22 de diciembre de 1979, el político que había
oficializado la bandera quatribarrada y la denominación de País Valencià dimitió
del cargo, entregó el acta de diputado socialista por Valencia y devolvió el
carné del PSPV. Luego regresó a la abogacía y más tarde, entró en la
magistratura. ¿Y qué piensa hoy de la política este titular del Juzgado de
Instrucción número 7 de Valencia, poco dado a los pronunciamientos políticos?
"Si la autonomía valenciana desapareciera, nadie lo notaría. La Generalitat no
es una institución que se haga presente", afirmó ayer Albinyana en el primer día
del congreso Pensar València, ciclo que organiza en la Universitat de València
el Bloc d'Estudiants Agermanats. Para redondear la boutade, Albinyana añadió que
"la Generalitat actual no es necesaria, mientras que sí son necesarios el
Ayuntamiento de Valencia o la Junta Central Fallera".
La reflexión es fruto de un profundo desencanto con la autonomía conseguida y desarrollada. "La Transición fue un fraude. No ha existido. No ha habido Transición real, sino un fenómeno de marketing político y de propaganda para disfrazar la realidad", dijo Albinyana. De hecho, pidió "perdón" al auditorio "por ser uno de los 350 diputados que aprobaron la Constitución". "La Carta Magna -agregó- no es la obra de la reconciliación nacional como dice la epopeya que nos han contado. Todo eso es un montaje; es falso, pura propaganda". Y centró su crítica en la rigidez de la Constitución para reformar su título preliminar, aquel que atribuye a las Fuerzas Armadas el deber de "garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional". "Es una vergüenza pública que el Ejército, que debería estar subordinado al poder político, sea el garante de una Constitución".
El presidente del Consell Preautonòmic entre 1978 y 1979 acusó a Adolfo Suárez de orquestar el estado autonómico "por un interés perverso electoral" y que sirviera de "café con leche para todos para diluir la reivindicación nacional". Por contra, Albinyana reivindicó ayer la necesidad y la "emergencia" de "un proyecto nacional que nos identifica [a los valencianos], y que nos identifica distanciándonos de la historia de España", dijo el expresidente, para quien los dos grandes partidos valencianos han alcanzado "el techo de la autonomía posible en el actual sistema".
Pero no todo es negativo. "La realidad actual constata el crecimiento de la sociedad civil y cultural valenciana por encima de la política. Hoy se habla mucho de País Valencià y de identidad valenciana de una forma que yo no he conocido nunca. Estoy convencido de que, si hay eternidad, Fuster, Estellés, Ovidi Montllor o Sanchis Guarner estarán muy felices de la herencia que han dejado atrás", subrayó Josep Lluís Albinyana antes de cincelar una declaración de principios: "El meu poble és aquell en el que demane coca i no em tanquen a la presó".
La reflexión es fruto de un profundo desencanto con la autonomía conseguida y desarrollada. "La Transición fue un fraude. No ha existido. No ha habido Transición real, sino un fenómeno de marketing político y de propaganda para disfrazar la realidad", dijo Albinyana. De hecho, pidió "perdón" al auditorio "por ser uno de los 350 diputados que aprobaron la Constitución". "La Carta Magna -agregó- no es la obra de la reconciliación nacional como dice la epopeya que nos han contado. Todo eso es un montaje; es falso, pura propaganda". Y centró su crítica en la rigidez de la Constitución para reformar su título preliminar, aquel que atribuye a las Fuerzas Armadas el deber de "garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional". "Es una vergüenza pública que el Ejército, que debería estar subordinado al poder político, sea el garante de una Constitución".
El presidente del Consell Preautonòmic entre 1978 y 1979 acusó a Adolfo Suárez de orquestar el estado autonómico "por un interés perverso electoral" y que sirviera de "café con leche para todos para diluir la reivindicación nacional". Por contra, Albinyana reivindicó ayer la necesidad y la "emergencia" de "un proyecto nacional que nos identifica [a los valencianos], y que nos identifica distanciándonos de la historia de España", dijo el expresidente, para quien los dos grandes partidos valencianos han alcanzado "el techo de la autonomía posible en el actual sistema".
Pero no todo es negativo. "La realidad actual constata el crecimiento de la sociedad civil y cultural valenciana por encima de la política. Hoy se habla mucho de País Valencià y de identidad valenciana de una forma que yo no he conocido nunca. Estoy convencido de que, si hay eternidad, Fuster, Estellés, Ovidi Montllor o Sanchis Guarner estarán muy felices de la herencia que han dejado atrás", subrayó Josep Lluís Albinyana antes de cincelar una declaración de principios: "El meu poble és aquell en el que demane coca i no em tanquen a la presó".
En Zona Crítica
Ya nos consta a todos los ciudadanos lo que antes sospechábamos. Ya tenemos el certificado de esa práctica tan repugnante como negada y que el amanuense Bárcenas apuntó con detalle mes a mes, trimestre a trimestre, año a año. Además del sueldo oficial, los citados, y otros más, cobraban jugosos sobresueldos.Estas son las velas y estos son los palos, según anota Bárcenas con detalle. Mariano Rajoy cobraba un sobresueldo de 25.200 euros al año; Dolores de Cospedal, 7.500 euros al trimestre; Ángel Acebes y Jaime Mayor, lo mismo que Rajoy: 6.300 euros al trimestre. Arenas y Álvarez Cascos, 9.900 euros al trimestre cada uno.
En el PP había dinero para casi todos, también para el portal de internet Federico Jiménez Losantos, que recibió 36.100 euros en diciembre de 2004, según la contabilidad paralela y manuscrita de Bárcenas.
En zona Crítica
Media España se pregunta dónde está Rajoy, por qué no comparece, por qué no se pronuncia sobre nada de lo que pase en el país que preside. Esta media España, o bien pregunta por preguntar o bien no tiene Tuiter, porque a lo mejor gobernar Rajoy no gobierna pero tuitear, tuitea todos sus movimientos.Este post tiene como objetivo que esa media España que sólo busca desestabilizar y agitar, vea la transparencia con que Mariano gestiona su agenda. Para que dejen de pensar que su presidente no aparece porque no sabe qué decir ni qué hacer. O que se esconde porque piense que salir a dar cualquiera de esos mensajes que le preparan sus 587 asesores (quinientos ochenta y siete asesores) va a traer sólo polémica porque no hay quien justifique lo injustificable.
Rajoy no se esconde, Rajoy no os teme, Rajoy no está más perdido que Botín en una mani; Rajoy lo que está es, como los catalanes, haciendo cosas.
No será un virus el PP?" Por Rosa María Artal (mañana el articulo completo en Zona Crítica)
Pensé que eran una plaga de termitas que, en su afán de alimentarse, destruyen cuanto tocan ¿recordáis? Ahora, a la vista de sus actuaciones, el diagnóstico se inclinaría más hacia considerar al PP un virus muy dañino, dicho sea con la escasa autoridad de una lega en la materia, pero que observa –y sufre- síntomas. El PP derruye lo mismo que las termitas pero causando agonía y dolor, en inclinaciones claramente sádicas y por tanto premeditadas. Un grado más en la actividad devastadora de los insectos.
Lo último –o lo penúltimo, siempre es lo penúltimo- autorizar la utilización del subsuelo del Parque Nacional de Doñana para la producción y almacenamiento de gas natural. Un proyecto que lidera la compañía Petroleum Oil Gas-España, filial de Gas Natural FENOSA que, casualmente, tiene de consejero al ex presidente socialista del Gobierno, Felipe González. Aquí todos colaboran, o no combaten con la fuerza suficiente. En Canarias ya dio permiso el PP a REPSOL para extraer petróleo. Nada más gráfico de la penetración del virus que está perforación del suelo sobre el que se asienta la tierra donde vivimos.
Tenemos a muchos políticos de alto rango colocados en empresas energéticas y se nota. Estos días estamos recibiendo muchos las facturas del gas y la electricidad. La mía duplica con creces la del mismo mes de 2007. Observo que casi un tercio de la actual, además, se lo llevan diferentes impuestos. Somos unos privilegiados, sin embargo, quienes aún encendemos la calefacción. Cruz Roja ha alertado de que ya son 4 millones los españoles que han entrado en pobreza energética, no tener dinero para mantener el hogar caliente. Y que ello acarrea problemas de salud y supervivencia. Ya hemos olvidado a los niños que hacen una comida al día y acuden hambrientos al colegio, a los profesores que les llevan galletas pagadas de su bolsillo. Y sobre esta miseria, Cristóbal Montoro ha levantado 11 millones de euros más en impuestos, lo que anuncia con orgullo. Convirtiéndonos en más pobres, para darnos menos servicios, insisto una vez más. Pero el plan de acción en su conjunto ayuda en la distribución y multiplicación de la toxina.
Es muy conveniente, en ciertas horas del día o de la noche, observar profundamente los objetos en descanso: las ruedas que han recorrido largas, polvorientas distancias, soportando grandes cargas vegetales o minerales, los sacos de las carbonerías, los barriles, las cestas, los mangos y asas de los instrumentos del carpintero. De ellos se desprende el contacto con el hombre y de la tierra como una lección para el torturado poeta lírico. Las superficies usadas, el gasto que las manos han infligido a las cosas, la atmósfera a menudo trágica y siempre patética de estos objetos, infunde una especie de atracción no despreciable hacia la realidad del mundo. La confusa impureza de los seres humanos se percibe en ellos, la agrupación, uso y desuso de los materiales, las huellas del pie y de los dedos, la constancia de una atmósfera humana inundando las cosas desde lo interno y lo externo. Así sea la poesía que buscamos, gastada como por un ácido por los deberes de la mano, penetrada por el sudor y el humo, oliente a orina y a azucena salpicada por las diversas profesiones que se ejercen dentro y fuera de la ley. Una poesía impura como traje, como un cuerpo, con manchas de nutrición, y actitudes vergonzosas, con arrugas, observaciones, sueños, vigilia, profecías, declaraciones de amor y de odio, bestias, sacudidas, idilios, creencias políticas, negaciones, dudas, afirmaciones, impuestos. La sagrada ley del madrigal y los decretos del tacto, olfato, gusto, vista, oído, el deseo de justicia, el deseo sexual, el ruido del océano, sin excluir deliberadamente nada, sin aceptar deliberadamente nada, la entrada en la profundidad de las cosas en un acto de arrebatado amor, y el producto poesía manchado de palomas digitales, con huellas de dientes y hielo, roído tal vez levemente por el sudor y el uso. Hasta alcanzar esa dulce superficie del instrumento tocado sin descanso, esa suavidad durísima de la madera manejada, del orgulloso hierro. La flor, el trigo, el agua tienen también esa consistencia especial, ese recurso de un magnífico acto. Y no olvidemos nunca la melancolía, el gastado sentimentalismo, perfectos frutos impuros de maravillosa calidad olvidada, dejados atrás por el frenético libresco: la luz de la luna, el cisne en el anochecer, “corazón mío” son sin duda lo poético elemental e imprescindible. Quien huye del mal gusto cae en el hielo.
Ésta no es "una más" Por Rosa Maria Artal Martinez (adelanto)
Eso sí nadie en España, de ningún partido o Institución, ha devuelto jamás el dinero sustraído.
El PP está queriendo diluir una vez más el escándalo de su (presunta) corrupción por las vías habituales. Sembrar la idea de que “todos los partidos lo hacen”. Marear la perdiz con declaraciones exculpatorias y maniobras de distracción como esas auditorias –a un año vista- de las que no nos fiamos. Por simple experiencia. O anunciar querellas a quienes no pongan el “presunto”, en tanto se dilucidan los casos judicialmente, que –vaya por dios- ahora nos importa mucho y para eso modificamos códigos y elevamos las tasas. Los sinuosos detalles de la trama los conocemos de sobra y no voy a abundar en ellos, pero es imprescindible dejar claro, rotundamente, que “ésta, no es una más”.
...Una primera sutil diferencia es que el ataque viene esta vez –o se ha sumado- de la prensa amiga. También enciende el ventilador del “y tú más” y con notable ahínco, pero saca trapos sucios o no elude el tema. Es demasiado flagrante para desentenderse. Cierto que se aprecia una intencionalidad clara: está tomando partido entre las facciones en discordia del propio PP, en su lucha interna por el poder, pero la denuncia de la corrupción (presunta) del partido en el Gobierno está ahí por primera vez. Aunque sale en oportuno período de prescripción.
Esencial el monto de las cifras que se manejan. A Felipe González –que había modernizado el país y seguía gozando de carisma- le tumbó la corrupción que iba emergiendo por distintos puntos de sus administraciones, pero ni siquiera fue tan honda y generalizada como se atisba por los (presuntos) datos que vamos conociendo del PP. Dicho sea sin ánimo de defender ni a uno solo de los corruptos y ladrones aunque solo roben un lápiz en un supermercado. Nuestra hoy tan afamada FILESA, por la financiación ilegal del PSOE en la etapa final de González, fue del equivalente a 6,5 millones de euros y tuvo sentencia condenatoria y cumplimiento de condenas. Roldán se limpió él solo 10 millones de euros. También fue a la cárcel.
Eso sí nadie en España, de ningún partido o Institución, ha devuelto jamás el dinero sustraído.
El PP está queriendo diluir una vez más el escándalo de su (presunta) corrupción por las vías habituales. Sembrar la idea de que “todos los partidos lo hacen”. Marear la perdiz con declaraciones exculpatorias y maniobras de distracción como esas auditorias –a un año vista- de las que no nos fiamos. Por simple experiencia. O anunciar querellas a quienes no pongan el “presunto”, en tanto se dilucidan los casos judicialmente, que –vaya por dios- ahora nos importa mucho y para eso modificamos códigos y elevamos las tasas. Los sinuosos detalles de la trama los conocemos de sobra y no voy a abundar en ellos, pero es imprescindible dejar claro, rotundamente, que “ésta, no es una más”.
...Una primera sutil diferencia es que el ataque viene esta vez –o se ha sumado- de la prensa amiga. También enciende el ventilador del “y tú más” y con notable ahínco, pero saca trapos sucios o no elude el tema. Es demasiado flagrante para desentenderse. Cierto que se aprecia una intencionalidad clara: está tomando partido entre las facciones en discordia del propio PP, en su lucha interna por el poder, pero la denuncia de la corrupción (presunta) del partido en el Gobierno está ahí por primera vez. Aunque sale en oportuno período de prescripción.
Esencial el monto de las cifras que se manejan. A Felipe González –que había modernizado el país y seguía gozando de carisma- le tumbó la corrupción que iba emergiendo por distintos puntos de sus administraciones, pero ni siquiera fue tan honda y generalizada como se atisba por los (presuntos) datos que vamos conociendo del PP. Dicho sea sin ánimo de defender ni a uno solo de los corruptos y ladrones aunque solo roben un lápiz en un supermercado. Nuestra hoy tan afamada FILESA, por la financiación ilegal del PSOE en la etapa final de González, fue del equivalente a 6,5 millones de euros y tuvo sentencia condenatoria y cumplimiento de condenas. Roldán se limpió él solo 10 millones de euros. También fue a la cárcel.
Mi impresión es que mejora conforme avanzas en sus páginas y vas adquiriendo una mayor panorámica. Libro correcto, con una buena trama, interesante, con pinceladas históricas, bien escrito, pero tan en su sitio que no salta la barrera de mi corazón.
Lo aconsejo a todos los cartageneros, sobre todo a aquellos que quieran rememorar ciertos detalles de nuestra ciudad. Da gusto leer capítulos donde puedes mentalmente visualizar las calles y los lugares de los que te va hablando la autora. Me quedo con la siguiente frase del libro:
"...ante las jugadas que el destino nos pone insospechadamente por delante, a veces no se puede aplicar la razón.
TE ACUERDAS DE LOS BUENOS MOMENTOS QUE HEMOS PASADO ?
Nuestro conocimiento de la teoría estética de Aristóteles deriva principalmente de la pequeña colección de notas de clase llegada a nosotros como su Poética, compuesta probablemente hacia 347-342 a.C., y con añadidos posteriores. El texto aparece alterado, y la argumentación es condensada y difícil. Ninguna obra, en toda la historía de la estética, ha suscitado tan engorrosos problemas de interpretación; pero ninguna otra, a su vez, ha ejercido tanta influencia en la teoría y la práctica de la crítica literaria.
EL ARTE DE LA POESÍA
La primera tarea de Aristóteles consiste en definir el arte de la poesía (poietike), que constituye el tema de la obra. Aristóteles establece una distinción entre tres clases de "pensamiento": conocimiento (theoria), acción (praxis) y realización (poiesis) '; pero en la Poética emplea "poiesis" en un sentido más estricto. Un tipo de realización es la imitación, que Aristóteles parece tomar sencillamente como representación de objetos o acontecimientos. El arte imitativo se divide en: 1) el arte de imitar apariencias visuales por medio del color y el dibujo y 2) el arte de la poesía, imitación de la acción humana (praxis) a través del verso, la canción y la danza. Así, el arte de la poesía se distingue del de la pintura por su medio (palabras, melodía, ritmo), y de la historia de la filosofía versificada (el poema de Empédocles) en virtud del objeto que imita. Dos de las especies del arte poético son de mayor interés para Aristóteles: el drama (sea trágico o cómico) y la poesía épica, que se diferencia de la comedia por la gravedad de las acciones imitadas.
Algo de suma importancia en el tratado de Aristóteles es su método de investigación, porque intenta presentar una teoría sistemática acerca de un género literario concreto. Aristóteles se pregunta: ¿Cuál es la naturaleza del arte trágico? Y esto le lleva a reflexionar no sólo sobre sus causas material, formal y eficiente (muchas de sus observaciones al respecto poseen validez permanente para la teoría literaria), sino también sobre su causa final o fin (telos). ¿Qué es una buena tragedia, y qué la hace buena; cuáles son "las causas de la perfección artística y de su contrario"?. Esta función de la tragedia, piensa Aristóteles, ha de tener por objeto ofrecer cierto tipo de experiencia agradable -el "placer propio" (oikeia hedone) de la tragedia- y, si puede determinarse la naturaleza de este placer, entonces será posible justificar los criterios en virtud de los cuales podemos decir que una tragedia, es mejor que otra.
Algo de suma importancia en el tratado de Aristóteles es su método de investigación, porque intenta presentar una teoría sistemática acerca de un género literario concreto. Aristóteles se pregunta: ¿Cuál es la naturaleza del arte trágico? Y esto le lleva a reflexionar no sólo sobre sus causas material, formal y eficiente (muchas de sus observaciones al respecto poseen validez permanente para la teoría literaria), sino también sobre su causa final o fin (telos). ¿Qué es una buena tragedia, y qué la hace buena; cuáles son "las causas de la perfección artística y de su contrario"?. Esta función de la tragedia, piensa Aristóteles, ha de tener por objeto ofrecer cierto tipo de experiencia agradable -el "placer propio" (oikeia hedone) de la tragedia- y, si puede determinarse la naturaleza de este placer, entonces será posible justificar los criterios en virtud de los cuales podemos decir que una tragedia, es mejor que otra.
EL PLACER DE LA IMITACIÓN
Aristóteles sugiere brevemente dos motivos que originan la tragedia. El primero, que la imitación es en ella natural; y el reconocimiento de la imitación es causa natural de placer para el hombre, dado que éste halla agradable el aprender, y el reconocimiento, por ejemplo,. de la representación de un perro, es una forma de aprendizaje. Puesto que la tragedia es imitación de un tipo especial de objeto, a saber, los hechos que provocan miedo o compasión, su placer propio "es el placer derivado de la piedad y el miedo a través de la imitación". El problema que evidentemente se plantea, es cómo podemos sacar placer de emociones sentidas que resultan penosas. La respuesta más acertada de Aristóteles es que, si bien el objeto imitado puede ser en sí mismo de aspecto desagradable, el.placer de contemplar la imitación puede superar al desagrado, como en la contemplación de dibujos bien logrados de cadáveres. Aquí ofrece Aristóteles una respuesta parcial a una de las razones de Platón en pro del escepticismo sobre el arte; Aristóteles considera el placer estético básico como algo cognoscitivo, del mismo género que el placer del filósofo (aunque, sin duda, de un nivel inferior).
EL PLACER DE LA BELLEZA
La tragedia, al decir de Aristóteles, deriva también de nuestra natural disposición para "la melodía y el ritmo". No desarrolla este punto, y posiblemente postula una especie de impulso decorativo. Pero, si cabe invocar aquí el Filebo de Platón, el placer que sentimos con la melodía y el ritmo puede referirse al que nos produce la belleza en general. "Una cosa bella (kalliste), o un ser vivo, o cualquier estructura compuesta de partes, ha de tener no sólo una disposición ordenada de esas partes, sino también un tamaño que no es casual" ". Así, una tragedia -o su argumento- puede ser "bella", es decir, artísticamente perfecta. Y el "placer propio" de la épica, por ejemplo, depende de su unidad, de que sea "como un ser vivo completo" (zoon), con un comienzo, una mitad y un fin. Esta analogía evoca al Fedro de Platón, porque la perfección del objeto sentido o contemplado produce el más alto grado de placer propio del órgano que siente o del entendimiento que contempla.
LO UNIVERSAL
Si la función de la poesía trágica consiste en procurar ciertas clases de placer, podemos indagar ahora los caracteres que ha de reunir una obra concreta para suscitar o inhibir tal goce. La concentración y coherencia de éste depende, en buena medida, del argumento y de la sensación de inevitabilidad en su desarrollo. Éste será evidentemente más logrado cuando los personajes actúen de acuerdo con su peculiar naturaleza, cuando reproduzcan el "tipo de cosas que diría o haría determinada persona de acuerdo con cierta probabilidad o necesidad, que es a lo que tiende la composición poética". Este tipo de conducta, es decir, la conducta que responde a leyes psicológicas, la denomina Aristóteles "universal", contraponiéndolo a los sucesos de una crónica histórica, que considera como elementos causalmente inconexos de incidencias particulares ("lo que Alcibíades hizo o lo que le hicieron").
Este famoso pasaje ha inspirado muchas teorías posteriores acerca del arte, que imita los universales o esencias, pero cuyo secreto (para Aristóteles) radica en que el poeta ha de hacer plausible su argumento vinculándolo a verdades psicológicas generales. Este importante punto añade otro nivel a la defensa que hace Aristóteles (contra Platón) del status cognoscitivo de la poesía, porque el poeta debe al menos comprender la naturaleza humana, so pena de no poder elaborar un buen argumento.
Este famoso pasaje ha inspirado muchas teorías posteriores acerca del arte, que imita los universales o esencias, pero cuyo secreto (para Aristóteles) radica en que el poeta ha de hacer plausible su argumento vinculándolo a verdades psicológicas generales. Este importante punto añade otro nivel a la defensa que hace Aristóteles (contra Platón) del status cognoscitivo de la poesía, porque el poeta debe al menos comprender la naturaleza humana, so pena de no poder elaborar un buen argumento.
LA CATARSIS
En la definición aristotélica de tragedia hay una frase que ha dado pie a innumerables interpretaciones: di eleou kai phobou perainousa ten ton toiouton pathematon katharsin'. Se ha interpretado que Aristóteles tiene otra teoría, no sobre el placer inmediato de la tragedia, sino sobre sus más hondos efectos psicológicos. Esta frase es la única base que proporciona la Poética para semejante interpretación; pero en la Política Aristóteles propone claramente una teoría catártica de la música, afirmando incluso que se ocupará más ampliamente de la catarsis "cuando más adelante hablemos de la poesía": una advertencia que posiblemente se refiera a las partes presuntamente perdidas de la Poética. Si la tragedia produce una catarsis de las emociones, quedan aún otros problemas para dilucidar lo que piensa Aristóteles: por ejemplo, si piensa en sentido médico (una purificación de las emociones, su eliminación a través de cierto mecanismo mental), o en sentido religioso y de limpieza (una purificación de las emociones, su transformación en una forma menos perjudicial). Ambos sentidos tienen precedentes. Y está asimismo la cuestión de si Aristóteles creyó en una catarsis de la piedad y el miedo solamente o, a través de ellos, de todas las emociones destructoras.
En cualquier caso, con esta interpretación Aristóteles intentaría responder a la segunda objeción de Platón a la poesía, diciendo que la poesía ayuda a los hombres a ser racionales. La interpretación tradicional ha sido puesta recientemente en tela de juicio por el profesor Gerald F. Else, quien arguye que la catarsis no es un efecto sobre el auditorio o los lectores, sino algo consumado en la misma representación, una purificación del héroe, una liberación de la "mancha sangrienta" de su crimen a través del reconocimiento del mismo, de su horror a él, y del hallazgo de que se debió a un "grave error" (bamartia) por su parte. Esta interpretación no parece convenir a algunas de las tragedias. Si es correcta, Aristóteles no tiene ninguna teoría terapéutica de la tragedia, pero puede estar replicando a Platón que no hay que tener miedo a los efectos inmorales de la tragedia, puesto que, al menos las mejores, habrán de mostrar algún tipo de progreso moral, si aspiran a ser estructuralmente capaces de mover trágicamente al espectador.
En cualquier caso, con esta interpretación Aristóteles intentaría responder a la segunda objeción de Platón a la poesía, diciendo que la poesía ayuda a los hombres a ser racionales. La interpretación tradicional ha sido puesta recientemente en tela de juicio por el profesor Gerald F. Else, quien arguye que la catarsis no es un efecto sobre el auditorio o los lectores, sino algo consumado en la misma representación, una purificación del héroe, una liberación de la "mancha sangrienta" de su crimen a través del reconocimiento del mismo, de su horror a él, y del hallazgo de que se debió a un "grave error" (bamartia) por su parte. Esta interpretación no parece convenir a algunas de las tragedias. Si es correcta, Aristóteles no tiene ninguna teoría terapéutica de la tragedia, pero puede estar replicando a Platón que no hay que tener miedo a los efectos inmorales de la tragedia, puesto que, al menos las mejores, habrán de mostrar algún tipo de progreso moral, si aspiran a ser estructuralmente capaces de mover trágicamente al espectador.
Definición de la tragedia y sus elementos esenciales
El siguiente es uno de los capítulos centrales de la obra, donde se define la tragedia y se señalan las seis partes o elementos esenciales de la misma. Además es aquí donde se señala por única vez la famosa “cláusula adicional” de la tragedia, la catarsis.
Según Aristóteles, “la tragedia [es] imitación de una acción esforzada y completa, de cierta amplitud, en lenguaje sazonado, separada cada una de las especies en las distintas partes, actuando los personajes y no mediante relato, y que mediante temor y compasión lleva a cabo la purgación de tales afecciones” (19b 24-26).
Más adelante el filósofo dirá que los elementos esenciales de la tragedia son seis: fábula (mythos), caracteres (êthê), pensamiento (diánoia), elocución (lexis), melopeya (melopoiia) y espectáculo (opsis).
EN UN TIEMPO MUY MUY MUY DETERMINANTE
AÑO
2012 ASI FUE
ASI NOS JODIERON
Triste..pero es así..Pero, Yo sigo teniendo un sueño: que un día se refunde la democracia y l@s ciudadano@s puedan elegir y no sólo votar. Que se haga otra política..aquella en que se defiendan y se representen los intereses de l@s ciudadan@s, el servicio público y el interés general; que se dignifique la carrera política y l@s mediocres, corrupt@s, cobardes, mentiros@s, incompetentes, ineficientes y adláteres de los poderes fácticos dejen paso a l@s mejores, personas con prestigio en sus profesiones o estudios, valientes, honrad@s, honest@s y eficientes.
Triste..pero es así..Pero, Yo sigo teniendo un sueño: que un día se refunde la democracia y l@s ciudadano@s puedan elegir y no sólo votar. Que se haga otra política..aquella en que se defiendan y se representen los intereses de l@s ciudadan@s, el servicio público y el interés general; que se dignifique la carrera política y l@s mediocres, corrupt@s, cobardes, mentiros@s, incompetentes, ineficientes y adláteres de los poderes fácticos dejen paso a l@s mejores, personas con prestigio en sus profesiones o estudios, valientes, honrad@s, honest@s y eficientes.
El gobierno no ha tomado ninguna iniciativa. Lo
urgente era joder a los trabajadores, no salvar el país. El cambio de modelo es
su objetivo prioritario. No creen en el Estado del Bienestar y se trata de
cargárselo. Mientras tanto, palían el problema financiero enchufando miles de
millones de euros, sin rubor, según nos lo van diciendo los distintos bancos, y
ya está. Al fin y al cabo, hay dinero para lo que se quiere. La demostración ha
sido palpable.
No sé cuál será la altura necesaria que debe alcanzar la prima de riesgo para que nos rescaten. Hoy ha cerrado a 540 puntos. ¡Casi nada lo del ojo y lo llevaba en la mano!
No sé cuál será la altura necesaria que debe alcanzar la prima de riesgo para que nos rescaten. Hoy ha cerrado a 540 puntos. ¡Casi nada lo del ojo y lo llevaba en la mano!
España siempre ha sido un país de ladrones, pero
los ladrones de ahora, con nombre y apellidos (Rodrigo Rato, Miguel Blesa,
Goirigolzarri, Rajoy, De Guindos…) son los más ladrones de la historia.
rrasados nuestros ahorros, enajenados nuestros recursos, aniquilada nuestra
sanidad, subastados a la baja nuestros contratos de trabajo, expoliadas
nuestras pensiones, ultrajados en nuestra educación, sólo nos queda el
espíritu. El alma, la dignidad, el insomnio. Cautivos y desarmados, el imperio
de la mentira y el crimen cruza una frontera fatal, llegando a un despojo
extremo: a partir de ahora todos seremos sólo víctima
“La policía no sabe nada de mí. Nunca he bebido
en mi vida. Sobre mujeres y drogas, sólo las he visto en sueños. Nunca he
estado en un kafenio (café), ¡sólo he trabajado todos los días! Pero cometí un
grave crimen: me convertí en profesional autónomo con 40 años y me hundí en las
deudas. Ahora soy un idiota de 61 años y tengo que pagar. Espero que mis nietos
no nazcan en Grecia, ya que aquí ya no habrá más griegos. Es mejor que aprendan
otro idioma ¡porque Grecia será borrada del mapa! A menos que salga un político
con las pelotas de Thatcher para poner al Estado en su sitio
El lunes se conocerán los nombres del nuevo
consejo RTVE y hoy todo apunta a que el nuevo presidente de la televisión
pública será Estanislao Rodríguez-Ponga: exsecretario de Estado de Hacienda del
Gobierno de Aznar, bajo las órdenes de Cristóbal Montoro, y miembro del consejo
de administración de Caja Madrid y de la matriz de Bankia, BFA, hasta hace
apenas tres semanas; dimitió a
la vez que Rodrigo Rato. Rodríguez-Ponga no era un consejero más. Participó
durante siete años en los órganos de decisión de la caja al más alto nivel. Fue
vicepresidente de Caja Madrid con Miguel Blesa, en el año 2006, y con Rato tuvo
también un papel importante en la caja. Participó en el consejo de
administración de Cibeles –la corporación industrial de Caja Madrid– y formó
parte del núcleo duro de Rato, en la toma de decisiones de la entidad
financiera hoy quebrada.
Les queda poco más de un mes para "quebrar
definitivamente" la Seguridad Social, el sistema público de Salud, el
sistema público de Educación, y todas las empresas públicas en los ámbitos
estatal, autonómico y local. Cientos de miles de trabajadores y trabajadoras
del sector público se irán a la calle, y nuestros servicios públicos se
privatizarán a precio de bancarrota y para mayor lucro de esa oligarquía
capitalista que sigue la "ley de hierro de ese sistema social":
apropiarse de toda la plusvalía individual y social de los trabajadores.
Ha llegado la hora de decir ¡basta!
ha llegado la hora de decir: ¡O ellos o nosotros!
Ha llegado la hora de decir ¡basta!
ha llegado la hora de decir: ¡O ellos o nosotros!
La titular del Fondo Monetario Internacional,
Christine Lagarde, ha dirigido una clara amenaza a los votantes en Grecia. O se
someten a la política de austeridad fiscal que el FMI les ha impuesto como
condición para recibir el paquete de rescate, o sufrirán las consecuencias. No
está claro cuáles son esas consecuencias, pues los tratados de la unión
monetaria no contemplan la expulsión de un país. Pero el ultimátum es tajante y
busca amedrentar al electorado griego de cara a las elecciones en junio. El
objetivo de esta amenaza es frenar el aumento de popularidad de la coalición de
izquierda radical Syriza y de su líder Alexis Tsipras.
"Toma una sonrisa, regálala a quien nunca la ha tenido.
Toma un rayo de sol, hazlo volar allá en donde reina la noche. Descubre una fuente, haz bañar a quien vive en el barro.
Toma una lágrima, ponla en el rostro de quien nunca ha llorado. Toma la Valentía, ponla en el ánimo de quien no sabe luchar. Descubre la Vida, nárrala a quien no sabe entenderla.
Toma la Esperanza y vive en su Luz.
Toma la Bondad y dónala a quien no sabe donar.
Descubre el Amor y hazlo conocer al mundo".
"Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas. Para mi corazón basta tu pecho, para tu libertad bastan mis alas. En mi casa he reunido juguetes pequeños y grandes, sin los cuales no podría vivir. El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta."
Pablo Neruda.
http://www.elcomercio.es/v/20120222/cultura/necesito-creeo»
Me llamo Jose, tengo 29 años y siempre me ha gustado todo lo paranormal, aunque nunca había tenido ninguna experiencia hasta hace unos años. Era la noche de Halloween y unos amigos y yo, queríamos hacer algo guay para celebrarlo, así que decidimos hacer una sesión de ouija en el parque.
Llegamos al parque a medianoche, nos fuimos a un rincón oscuro, colocamos el tablero y empezamos la sesión. Al principio, no pasó nada, hasta que de pronto el vaso empezó a moverse de un lado a otro y de pronto escribió un nombre:Amanda.
Nosotros estábamos un poco asustados, pero decidimos seguir a ver si averiguábamos quien era la tal Amanda. Entonces, uno de mis amigos que no se creía nada dijo:Si de verdad estas ahí, danos una señal.
Al principio no pasó nada y los tres nos quedamos callados, escuchando y mirando a nuestro alrededor.De pronto de entre unos matorrales, salió un gato negro con los ojos brillantes y se nos quedó mirando.Mis amigos y yo empezamos a tirarle piedras y a intentar asustarlo, pero el gato no se movió.
Estuvo enfrente de nosotros y mirándonos por lo menos media hora y luego se fue. Nosotros nos quedamos donde estábamos muy asustados y si entender nada y luego decidimos volver a casa. De esto hace ya seis años, pero todavía lo recuerdo como si fuera ayer y desde aquella noche, me dan miedo los gatos negros y no he vuelto a tocar un tablero de ouija.o?.
La figura encorvada del viejo asomó por
encima de un montículo de basura y se recortó con nitidez entre la línea
irregular del horizonte y el cielo gris. Había dejado atrás la zona baja del
volcadero, donde un grupo de caballos y cerdos comían algunos desperdicios y
unas máquinas motoniveladoras trabajaban sobre el terreno; escaló una montaña
empinada y, una vez en la cúspide, descendió por un barranco acolchonado de
residuos y recorrió unos trescientos metros hasta llegar al corazón del
basural.
Revisaba la basura con la concentración de un neurocirujano durante una operación de médula espinal. Utilizaba el mismo nudoso bastón que le servía como sostén para revolver entre los desechos a medida que avanzaba. Tenía el ojo entrenado para reconocer a la distancia la materia, composición y origen de los residuos, o detectar un alimento comestible de uno tóxico identificando su nivel de descomposición por la cantidad de gusanos. Podía clasificar la basura en cientos de categorías con sólo verla a algunos metros. Eran taxonomías del todo empíricas, nunca podría haber explicado con palabras el funcionamiento intelectual ni los mecanismos mentales que realizaba cada vez que escaneaba la basura con la mirada, pero no por falta de estudio, sino porque comprendió muy pronto que para sobrevivir de los desechos debía olvidarse sistemáticamente de todo lo que había aprendido sobre el mundo en su vida anterior, cuando todavía usaba una corbata decente y bebía Jack Daniel´s.
El viejo se detuvo. Levantó la cabeza y contempló el panorama. Más allá de las dunas se agitaban las siluetas de familias enteras, cientos de hombres y mujeres de todas las edades, con el cuerpo torcido hacia los residuos, y una docena de niños correteando, que permanecían ahí esa tarde de sol pálido y mucho frío. Un viento helado sacudió la melena rala del viejo, pero éste se mantuvo inmutable. La temperatura era algo que había dejado de preocuparle hacía bastante. Su rostro era una máscara descolorida donde el tiempo había acumulado incontables capas de mugre, formando una especie de membrana ultrarresistente que lo protegía de cualquier inclemencia climática.
De alguna manera, se había efectuado una asimilación simbiótica entre el basural y su organismo, como ocurre con las bacterias que habitan en el intestino humano. El olor hediondo —que hubiera hecho que cualquier persona se desmaye de asco a los pocos segundos, víctima de un ataque de náuseas y vómitos— y las enfermedades que pululaban en el aire como un gas venenoso, era lo que él respiraba y lo mantenía vivo.
Sacó un cigarrillo arrugado y a medio fumar de algún lugar de sus raídas ropas y lo encendió. Inspiró una bocanada profunda, que le produjo un ardor placentero en la garganta, y exhaló una voluta de humo con forma de anillo. Algunas costumbres nunca se pierden. Luego lo apagó, se lo guardó y continuó caminando algunos metros, siguiendo la misma metodología: hundía el bastón en la inmundicia y la revolvía, al tiempo que lo sacaba y lo volvía a hundir, y con la mano libre espantaba la nube de moscas que sobrevolaba continuamente sobre la superficie y le dificultaba el paso.
El bastón se paralizó a pocos centímetros del suelo y se mantuvo en el aire como un perro de caza señalando con el hocico a su presa. Sobre una bolsa abierta llena de restos de comida podrida, el viejo había descubierto una manzana. Era roja como la sangre, brillante, del tamaño de un puño. Lo primero que notó fue que estaba intacta: nadie había clavado los dientes en ella. La contempló durante un momento, saboreando de antemano el sabor dulce de sus jugos, sintiendo la frescura natural de la fruta disolviéndose en su boca. Involuntariamente, un hilillo de baba salió por la comisura de sus labios. Luego se agachó y extendió la mano con decisión. Estaba a punto de tomarla cuando, para su sorpresa, la manzana se hundió en la basura, como queriendo escapar de sus garras. Volvió a estirar la mano en la misma dirección y el puño se cerró en el aire: otra vez, la manzana se había hundido aún más. El viejo se levantó y se rascó la barbilla, mirando con recelo para todos lados. Se volvió a inclinar y esta vez la manzana se hundió por completo. Y junto con ella, toda la basura que estaba alrededor comenzó a caer como en una especie de embudo. El viejo se apartó con un gesto de sorpresa, pero no de miedo, y vio cómo los desperdicios eran tragados por el vacío, formando un pozo donde segundos antes había encontrado la manzana.
El viejo conocía los efectos del gas metano que producía la materia orgánica en descomposición, pero nunca había visto algo parecido. Un círculo perfecto de negrura de un metro de diámetro se había abierto frente a sus narices. El hombre se acercó hasta el borde, se inclinó sobre la boca del pozo y sólo vio oscuridad. Se quedó un rato observando hacia el fondo como hipnotizado y creyó oír unos sonidos sordos y acuosos que provenían del interior, como de algo viscoso que se movía en una ciénaga. Por un momento, la oscuridad le pareció casi viva, expectante. El olfato, que creía haber perdido hacía tiempo, detectó un olor más nauseabundo del que hubiera sentido jamás. El viejo se acercó más, casi metiendo la cabeza adentro. Y entonces lo escuchó:
— Hola, Viejo… —dijo una voz gutural y cavernosa que salió de las profundidades del pozo.
El hombre se incorporó de un salto, miró el pozo y luego alzó la vista. La persona más cercana a él era una mujer entrada en años que se encontraba a unos cincuenta metros y estaba concentrada metiendo cajas de leche en polvo en una bolsa de plástico.
¿Qué clase de truco es este?, pensó el viejo. Alguno de los vagos le estaba gastando una broma que no le causaba ninguna gracia.
— No es ningún truco, Viejo… Y tampoco se trata de ninguna broma —dijo la voz con una determinación que esta vez sí lo impresionó.
El hombre volvió a mirar para todos lados. La gente estaba demasiado lejos como para escuchar —o como para que se tratase de algún artificio sonoro—. Por otro lado, sólo se oía el zumbido constante de las moscas y, más allá, en el límite del basural, el tronar de los motores de las máquinas motoniveladoras que trabajaban en los montículos.
— No te convences ¿eh? —siseó la voz con un tono que al viejo le hizo erizar los pelos de la nuca—. Mira hacia tu derecha, Viejo.
El hombre obedeció. Un grupo de chicos, de entre siete y diez años, jugaba mientras sus padres hurgaban entre la basura. Corrían, se reían y gritaban. Había dos que tiraban de una soga, haciendo equilibrio entre las bolsas, y otro festejaba luego de haber rescatado una pelota grande, blanquecina, que enseguida colocó sobre su cabeza haciendo piruetas. Mientras tanto, una nena de dos años seguía los movimientos con sus enormes ojos negros abiertos como platos.
— Mira la niña, Viejo… mira la niña… —Esta vez, el hombre no pudo determinar si el sonido de la voz había surgido del agujero o si resonó en su propia cabeza. Como fuera, cada vez que hablaba brotaba del pozo un efluvio de putrefacción.
El hombre tenía los ojos fijos en la niña, que estaba parada sobre una caja de cartón. Seguía mirándola con creciente interés, como le había ordenado la voz del pozo. Y de pronto, como en un predecible truco de magia, la niña desapareció de su vista. En un segundo se encontraba ahí y al siguiente… ya no estaba. La basura se la había tragado.
— Pero… ¿cómo lo hiciste? —preguntó el hombre. Estaba atónito.
— Espera… la función no ha terminado…
Volvió la vista hacia donde estaba el grupo de chicos y esta vez el que estaba con la pelota, que saltaba de un lugar a otro, se hundió súbitamente. Y luego siguió otro, y otro. Los demás chicos, que vieron lo que estaba sucediendo, corrieron para dar aviso a sus padres. En cuestión de minutos una multitud se había congregado alrededor del lugar donde habían desaparecido los niños. Estaban inclinados, apartando las bolsas y cavando con desesperación. Las mujeres gritaban, histéricas. El momento del gran acto había llegado. Sin obedecer a ninguna ley lógica, como si de pronto hubiera desaparecido el suelo en el que hacían pie, todos cayeron al vacío, desapareciendo ellos también.
Pasaron algunos segundos de silencio, durante los cuales el viejo se preguntó si todo aquello estaba ocurriendo realmente o si era producto de una alucinación, si no sería tan sólo una mala pasada que su estropeada mente le estuviera jugando. No había terminado de discurrir este pensamiento cuando comenzó a oírse un sonido grave y acompasado que provenía de debajo de la superficie. El suelo tembló bajo sus botas, todo el basural se estremeció con un movimiento sísmico. Y de repente, desde el montículo de basura donde había desaparecido el grupo de gente, salió eyectada una descarga de sangre fulminante junto con trozos de carne y huesos, como una erupción volcánica de cuerpos licuados, y luego cayó en forma de lluvia tiñendo de rojo el aire del atardecer.
El hombre se llevó una mano a la boca, ahogando un grito.
— Pero… ¿Quién…? —empezó a decir, y luego se corrigió—: ¿Qué eres?
— Basura, Viejo… Igual que tú.
— Pe… pero… no… no es posible… —balbuceó. El horror de lo que acababa de ver le impedía hablar y pensar con fluidez.
— Es posible, Viejo. Claro que es posible —afirmó la voz roncamente—. Mira hacia el norte, a nuestra Gran Creadora, allí… ¿Puedes verla, Viejo?
Podía verla. Claro que podía. El sol había comenzado a caer y las luces de la Ciudad formaban una constelación de diamantes en el horizonte. La misma Ciudad en la que él había caminado con la frente bien alta y la misma que lo había expulsado y condenado al destierro.
— Imagínalos ahí, toda esa gente linda, suave y agradable. Personas educadas y de buenos modales, produciendo miles de toneladas de basura diarias. Arrojando al volcadero sus porquerías… Y no son sólo las bolsas con restos de comida, papeles y plástico, no… Son también megalitros de semen envueltos en preservativos, el fruto sangriento de infinitas menstruaciones, la cría de animales que nadie quiere, los cadáveres mutilados y los embriones semimuertos, producto de las violaciones y embarazos no deseados. Lo que arrojan son sus propias miserias: la mezquindad, la hipocresía, el cinismo, la barbarie…
Los ojos del viejo brillaron de entendimiento. Un estallido de conciencia le hizo comprender lo que la voz le quería decir. Imaginó a todo esa bazofia revolviéndose en el fondo del basural desde el inicio de los tiempos, coagulando, formando un amasijo putrefacto nacido de la rabia, el remordimiento y el odio más visceral. La sola idea lo hizo marearse de entusiasmo.
— Somos la basura, los desechos, los desperdicios, la resaca de la sociedad. Somos lo que el mundo arroja de sí, la cara de la humanidad que ya nadie quiere ver… Somos Basura.
“Ven a mí. Ven, buen hijo mío.”
“Ven a mí.”
“Ven…”
El viejo percibía el llamado cada vez con más fuerza y premura. Se dejó caer sobre las bolsas y sintió que la basura lo envolvía en un abrazo de reconocimiento, protegiéndolo, recibiéndolo en su seno con el calor de una madre. Notó que se hundía, pero no sintió miedo, sino alivio. La tranquilidad de saber que al fin la disolución sería completa. Sintió que la basura se le metía por la boca, la nariz y los ojos. La putrefacción comenzaba a correr por sus venas, llenando sus pulmones y estómago. Y ahora sí, su corazón y la basura formaban un solo, rítmico latido. Una sola pulsión.
El basural entero se sacudió en un asqueroso maremágnum de podredumbre. Si alguien hubiera obtenido una toma satelital del terreno en ese momento, habría visto cómo la mancha oscura que formaba el basurero se había ensanchado repentinamente, ocupando de pronto más espacio que antes.
— ¿Qué fue eso? —gritó el joven con el traje de dril naranja mientras bajaba de la cabina de la máquina motoniveladora. Estaba pálido.
— ¿Qué? —preguntó su compañero desde la otra máquina. Luego bajó y encendió un cigarrillo.
— José, creo que me estoy volviendo loco. Estoy alucinando. Acabo de ver cómo se movía el basural, parecían las olas de un océano, hermano.
El otro miró la montaña que se extendía cientos de kilómetros hasta donde alcanzaba la vista, mientras daba una larga pitada, y luego miró a su compañero.
— Es verdad —respondió—. Estás loco de remate.
— No sé, hermano, no sé…
— ¿Qué? —apuró con fastidio.
— Hace años que trabajo de esto y no termino de acostumbrarme a ver tanta… —hizo un gesto con las manos que intentaba abarcar todo el paisaje.
— ¿De qué carajo hablas?
— Mira, hoy estuvimos trabajando todo el día y toda la tarde moviendo esta mierda para que no llegue hasta la autopista. ¿Y para qué? Al final de cada jornada, parece que no la hemos movido ni un centímetro, incluso parece que estuviera más cerca que antes.
El otro miraba distraídamente a un lado y a otro mientras escuchaba, fumando con tranquilidad.
— ¿Sabes lo que pienso? Pienso que va llegar un día en que la basura nos va a tapar a todos, a todos y cada uno.
El otro se lo pensó un momento, mientras daba una larga pitada al cigarrillo, exhaló el humo y luego lo aplastó contra la puerta de la máquina.
— Cuando ese día llegue —dijo al fin—, pondremos la basura en cápsulas y las lanzaremos al espacio.
Se dio vuelta para arrojar la colilla y se encontró con un muro de oscuridad: un tsunami de desperdicios se alzaba varios metros por encima de su cabeza. No llegó a comprender las dimensiones del horror de lo que vendría. La basura se estrelló contra los hombres y comenzó a correr por la autopista con una impetuosidad que, aparentemente, no tenía visos de terminar. Pronto alcanzaría las calles, las arterias menores.
Y el corazón de la Ciudad.
Revisaba la basura con la concentración de un neurocirujano durante una operación de médula espinal. Utilizaba el mismo nudoso bastón que le servía como sostén para revolver entre los desechos a medida que avanzaba. Tenía el ojo entrenado para reconocer a la distancia la materia, composición y origen de los residuos, o detectar un alimento comestible de uno tóxico identificando su nivel de descomposición por la cantidad de gusanos. Podía clasificar la basura en cientos de categorías con sólo verla a algunos metros. Eran taxonomías del todo empíricas, nunca podría haber explicado con palabras el funcionamiento intelectual ni los mecanismos mentales que realizaba cada vez que escaneaba la basura con la mirada, pero no por falta de estudio, sino porque comprendió muy pronto que para sobrevivir de los desechos debía olvidarse sistemáticamente de todo lo que había aprendido sobre el mundo en su vida anterior, cuando todavía usaba una corbata decente y bebía Jack Daniel´s.
El viejo se detuvo. Levantó la cabeza y contempló el panorama. Más allá de las dunas se agitaban las siluetas de familias enteras, cientos de hombres y mujeres de todas las edades, con el cuerpo torcido hacia los residuos, y una docena de niños correteando, que permanecían ahí esa tarde de sol pálido y mucho frío. Un viento helado sacudió la melena rala del viejo, pero éste se mantuvo inmutable. La temperatura era algo que había dejado de preocuparle hacía bastante. Su rostro era una máscara descolorida donde el tiempo había acumulado incontables capas de mugre, formando una especie de membrana ultrarresistente que lo protegía de cualquier inclemencia climática.
De alguna manera, se había efectuado una asimilación simbiótica entre el basural y su organismo, como ocurre con las bacterias que habitan en el intestino humano. El olor hediondo —que hubiera hecho que cualquier persona se desmaye de asco a los pocos segundos, víctima de un ataque de náuseas y vómitos— y las enfermedades que pululaban en el aire como un gas venenoso, era lo que él respiraba y lo mantenía vivo.
Sacó un cigarrillo arrugado y a medio fumar de algún lugar de sus raídas ropas y lo encendió. Inspiró una bocanada profunda, que le produjo un ardor placentero en la garganta, y exhaló una voluta de humo con forma de anillo. Algunas costumbres nunca se pierden. Luego lo apagó, se lo guardó y continuó caminando algunos metros, siguiendo la misma metodología: hundía el bastón en la inmundicia y la revolvía, al tiempo que lo sacaba y lo volvía a hundir, y con la mano libre espantaba la nube de moscas que sobrevolaba continuamente sobre la superficie y le dificultaba el paso.
El bastón se paralizó a pocos centímetros del suelo y se mantuvo en el aire como un perro de caza señalando con el hocico a su presa. Sobre una bolsa abierta llena de restos de comida podrida, el viejo había descubierto una manzana. Era roja como la sangre, brillante, del tamaño de un puño. Lo primero que notó fue que estaba intacta: nadie había clavado los dientes en ella. La contempló durante un momento, saboreando de antemano el sabor dulce de sus jugos, sintiendo la frescura natural de la fruta disolviéndose en su boca. Involuntariamente, un hilillo de baba salió por la comisura de sus labios. Luego se agachó y extendió la mano con decisión. Estaba a punto de tomarla cuando, para su sorpresa, la manzana se hundió en la basura, como queriendo escapar de sus garras. Volvió a estirar la mano en la misma dirección y el puño se cerró en el aire: otra vez, la manzana se había hundido aún más. El viejo se levantó y se rascó la barbilla, mirando con recelo para todos lados. Se volvió a inclinar y esta vez la manzana se hundió por completo. Y junto con ella, toda la basura que estaba alrededor comenzó a caer como en una especie de embudo. El viejo se apartó con un gesto de sorpresa, pero no de miedo, y vio cómo los desperdicios eran tragados por el vacío, formando un pozo donde segundos antes había encontrado la manzana.
El viejo conocía los efectos del gas metano que producía la materia orgánica en descomposición, pero nunca había visto algo parecido. Un círculo perfecto de negrura de un metro de diámetro se había abierto frente a sus narices. El hombre se acercó hasta el borde, se inclinó sobre la boca del pozo y sólo vio oscuridad. Se quedó un rato observando hacia el fondo como hipnotizado y creyó oír unos sonidos sordos y acuosos que provenían del interior, como de algo viscoso que se movía en una ciénaga. Por un momento, la oscuridad le pareció casi viva, expectante. El olfato, que creía haber perdido hacía tiempo, detectó un olor más nauseabundo del que hubiera sentido jamás. El viejo se acercó más, casi metiendo la cabeza adentro. Y entonces lo escuchó:
— Hola, Viejo… —dijo una voz gutural y cavernosa que salió de las profundidades del pozo.
El hombre se incorporó de un salto, miró el pozo y luego alzó la vista. La persona más cercana a él era una mujer entrada en años que se encontraba a unos cincuenta metros y estaba concentrada metiendo cajas de leche en polvo en una bolsa de plástico.
¿Qué clase de truco es este?, pensó el viejo. Alguno de los vagos le estaba gastando una broma que no le causaba ninguna gracia.
— No es ningún truco, Viejo… Y tampoco se trata de ninguna broma —dijo la voz con una determinación que esta vez sí lo impresionó.
El hombre volvió a mirar para todos lados. La gente estaba demasiado lejos como para escuchar —o como para que se tratase de algún artificio sonoro—. Por otro lado, sólo se oía el zumbido constante de las moscas y, más allá, en el límite del basural, el tronar de los motores de las máquinas motoniveladoras que trabajaban en los montículos.
— No te convences ¿eh? —siseó la voz con un tono que al viejo le hizo erizar los pelos de la nuca—. Mira hacia tu derecha, Viejo.
El hombre obedeció. Un grupo de chicos, de entre siete y diez años, jugaba mientras sus padres hurgaban entre la basura. Corrían, se reían y gritaban. Había dos que tiraban de una soga, haciendo equilibrio entre las bolsas, y otro festejaba luego de haber rescatado una pelota grande, blanquecina, que enseguida colocó sobre su cabeza haciendo piruetas. Mientras tanto, una nena de dos años seguía los movimientos con sus enormes ojos negros abiertos como platos.
— Mira la niña, Viejo… mira la niña… —Esta vez, el hombre no pudo determinar si el sonido de la voz había surgido del agujero o si resonó en su propia cabeza. Como fuera, cada vez que hablaba brotaba del pozo un efluvio de putrefacción.
El hombre tenía los ojos fijos en la niña, que estaba parada sobre una caja de cartón. Seguía mirándola con creciente interés, como le había ordenado la voz del pozo. Y de pronto, como en un predecible truco de magia, la niña desapareció de su vista. En un segundo se encontraba ahí y al siguiente… ya no estaba. La basura se la había tragado.
— Pero… ¿cómo lo hiciste? —preguntó el hombre. Estaba atónito.
— Espera… la función no ha terminado…
Volvió la vista hacia donde estaba el grupo de chicos y esta vez el que estaba con la pelota, que saltaba de un lugar a otro, se hundió súbitamente. Y luego siguió otro, y otro. Los demás chicos, que vieron lo que estaba sucediendo, corrieron para dar aviso a sus padres. En cuestión de minutos una multitud se había congregado alrededor del lugar donde habían desaparecido los niños. Estaban inclinados, apartando las bolsas y cavando con desesperación. Las mujeres gritaban, histéricas. El momento del gran acto había llegado. Sin obedecer a ninguna ley lógica, como si de pronto hubiera desaparecido el suelo en el que hacían pie, todos cayeron al vacío, desapareciendo ellos también.
Pasaron algunos segundos de silencio, durante los cuales el viejo se preguntó si todo aquello estaba ocurriendo realmente o si era producto de una alucinación, si no sería tan sólo una mala pasada que su estropeada mente le estuviera jugando. No había terminado de discurrir este pensamiento cuando comenzó a oírse un sonido grave y acompasado que provenía de debajo de la superficie. El suelo tembló bajo sus botas, todo el basural se estremeció con un movimiento sísmico. Y de repente, desde el montículo de basura donde había desaparecido el grupo de gente, salió eyectada una descarga de sangre fulminante junto con trozos de carne y huesos, como una erupción volcánica de cuerpos licuados, y luego cayó en forma de lluvia tiñendo de rojo el aire del atardecer.
El hombre se llevó una mano a la boca, ahogando un grito.
— Pero… ¿Quién…? —empezó a decir, y luego se corrigió—: ¿Qué eres?
— Basura, Viejo… Igual que tú.
— Pe… pero… no… no es posible… —balbuceó. El horror de lo que acababa de ver le impedía hablar y pensar con fluidez.
— Es posible, Viejo. Claro que es posible —afirmó la voz roncamente—. Mira hacia el norte, a nuestra Gran Creadora, allí… ¿Puedes verla, Viejo?
Podía verla. Claro que podía. El sol había comenzado a caer y las luces de la Ciudad formaban una constelación de diamantes en el horizonte. La misma Ciudad en la que él había caminado con la frente bien alta y la misma que lo había expulsado y condenado al destierro.
— Imagínalos ahí, toda esa gente linda, suave y agradable. Personas educadas y de buenos modales, produciendo miles de toneladas de basura diarias. Arrojando al volcadero sus porquerías… Y no son sólo las bolsas con restos de comida, papeles y plástico, no… Son también megalitros de semen envueltos en preservativos, el fruto sangriento de infinitas menstruaciones, la cría de animales que nadie quiere, los cadáveres mutilados y los embriones semimuertos, producto de las violaciones y embarazos no deseados. Lo que arrojan son sus propias miserias: la mezquindad, la hipocresía, el cinismo, la barbarie…
Los ojos del viejo brillaron de entendimiento. Un estallido de conciencia le hizo comprender lo que la voz le quería decir. Imaginó a todo esa bazofia revolviéndose en el fondo del basural desde el inicio de los tiempos, coagulando, formando un amasijo putrefacto nacido de la rabia, el remordimiento y el odio más visceral. La sola idea lo hizo marearse de entusiasmo.
— Somos la basura, los desechos, los desperdicios, la resaca de la sociedad. Somos lo que el mundo arroja de sí, la cara de la humanidad que ya nadie quiere ver… Somos Basura.
“Ven a mí. Ven, buen hijo mío.”
“Ven a mí.”
“Ven…”
El viejo percibía el llamado cada vez con más fuerza y premura. Se dejó caer sobre las bolsas y sintió que la basura lo envolvía en un abrazo de reconocimiento, protegiéndolo, recibiéndolo en su seno con el calor de una madre. Notó que se hundía, pero no sintió miedo, sino alivio. La tranquilidad de saber que al fin la disolución sería completa. Sintió que la basura se le metía por la boca, la nariz y los ojos. La putrefacción comenzaba a correr por sus venas, llenando sus pulmones y estómago. Y ahora sí, su corazón y la basura formaban un solo, rítmico latido. Una sola pulsión.
El basural entero se sacudió en un asqueroso maremágnum de podredumbre. Si alguien hubiera obtenido una toma satelital del terreno en ese momento, habría visto cómo la mancha oscura que formaba el basurero se había ensanchado repentinamente, ocupando de pronto más espacio que antes.
— ¿Qué fue eso? —gritó el joven con el traje de dril naranja mientras bajaba de la cabina de la máquina motoniveladora. Estaba pálido.
— ¿Qué? —preguntó su compañero desde la otra máquina. Luego bajó y encendió un cigarrillo.
— José, creo que me estoy volviendo loco. Estoy alucinando. Acabo de ver cómo se movía el basural, parecían las olas de un océano, hermano.
El otro miró la montaña que se extendía cientos de kilómetros hasta donde alcanzaba la vista, mientras daba una larga pitada, y luego miró a su compañero.
— Es verdad —respondió—. Estás loco de remate.
— No sé, hermano, no sé…
— ¿Qué? —apuró con fastidio.
— Hace años que trabajo de esto y no termino de acostumbrarme a ver tanta… —hizo un gesto con las manos que intentaba abarcar todo el paisaje.
— ¿De qué carajo hablas?
— Mira, hoy estuvimos trabajando todo el día y toda la tarde moviendo esta mierda para que no llegue hasta la autopista. ¿Y para qué? Al final de cada jornada, parece que no la hemos movido ni un centímetro, incluso parece que estuviera más cerca que antes.
El otro miraba distraídamente a un lado y a otro mientras escuchaba, fumando con tranquilidad.
— ¿Sabes lo que pienso? Pienso que va llegar un día en que la basura nos va a tapar a todos, a todos y cada uno.
El otro se lo pensó un momento, mientras daba una larga pitada al cigarrillo, exhaló el humo y luego lo aplastó contra la puerta de la máquina.
— Cuando ese día llegue —dijo al fin—, pondremos la basura en cápsulas y las lanzaremos al espacio.
Se dio vuelta para arrojar la colilla y se encontró con un muro de oscuridad: un tsunami de desperdicios se alzaba varios metros por encima de su cabeza. No llegó a comprender las dimensiones del horror de lo que vendría. La basura se estrelló contra los hombres y comenzó a correr por la autopista con una impetuosidad que, aparentemente, no tenía visos de terminar. Pronto alcanzaría las calles, las arterias menores.
Y el corazón de la Ciudad.
Luis Eduardo Aute Músico
Es el artista que no cesa, como el rayo de Miguel Hernández, pero con la sensibilidad a flor de piel de aquellos que están predestinados para conservar un resto de inocencia tras las tormentas. 'Intemperie' es el disco que trae Luis Eduardo Aute (Manila, 1943), mañana, jueves, al Teatro Filarmónica. Por ahí empezamos.
Ah, si yo lo supiera... , te lo diría. Es Spectra (referencia irónica a las películas de James Bond), que dirige y mueve los hilos de nuestras vidas. Es el gran capital que ha dado un golpe de estado a la política y que se muestra sin tapujos, poniendo a sus hombres al frente de los gobiernos, al tiempo que también tratan de cargarse a los sindicatos.
Un alivio, que la gente no se resigne. Y es un primer aviso. Pero al pandemónium del poder le da igual, les entra por un oído y les sale por el otro.
Lo escribí hace más de dos años, en unas vacaciones que pasé en Atenas con mi mujer y mis hijos. Hubo revueltas universitarias en las que murieron dos estudiantes. Pero el motivo de la canción fue una pancarta ante la Acrópolis, en la que se decía 'Pueblos de Europa, levantaos'. Una llamada desde la cuna de nuestra civilización. Europa no existiría sin Grecia. Y esa pancarta reivindicaba la Europa del arte y la filosofía frente a la de los mercadere.
Una mini-redención, que dura muy poquito tiempo (bromea)... Fuera coñas, la felicidad solo se encuentra cuando estás enamorado, es lo que justifica la vida en el fondo, querer y que nos quieran. En otro caso, puedes ser el hombre más rico del mundo y estar hecho una mierda.
“Depende de ti…”, la vida te dará lo que le pidas, si pides una vida repleta de felicidad y de alegrías y actúas en consecuencia, eso tendrás, si por el contrario pides una vida de penas y tristezas actuando de igual modo, eso será lo que conseguirás…
“Depende de ti…”, si focalizas tus pensamientos en los aspectos positivos de tu vida, en todo lo bueno que habitualmente pasa desapercibido cuando solo tienes una visión materialista de la vida, tendrás una vida plena y maravillosa, si por el contrario sólo te centras en aquello que no tienes o e
“Depende de ti…”
, si te dejas llevar por las emociones positivas que nos trasladan nuestros seres queridos, nuestros amigos y las personas que nos aprecian, tendrndrás una vida de felicidad continua, si por el contrario te dejas llevar por el entorno negativo que fluye desde personas ajenas a nuestros intereses, o por noticias y especulaciones manipuladoras e inciertas, tendrás una vida negativa e infeliz.
“Depende de ti…”, si decides ser protagonista de tu vida y defines lo que es realmente importante para ti, poniendo toda tu energía y toda tu pasión en marcha para ir en su busca, tendrás una vida extraordinaria y apasionante, si por el contrario te dejas influenciar continuamente por personas y por circunstancias que te manipulan cuando no sabes cuáles son tus objetivos, tendrás una vida solamente ordinaria en la cual no serás tú el/la protagonista…
Si, es cierto, si decidimos tomar las riendas de nuestra vida, podemos cambiar las cosas, por lo menos, las cosas más cercanas a nosotros…, así es, podemos decidir qué vida queremos tener, podemos decidir si nos dejamos influenciar por el entorno negativo o no, podemos decidir si seremos felices o desgraciad@s…