Nos emociona todavía pensar como pudo ser el encuentro de la pintura con la luz.
Allí donde la luz del sol nunca podría llegar el hombre desafiaba a la naturaleza y hacia que las rocas cobrasen vida con los pigmentos distribuidos intencionadamente con sus propias manos.
Los muros de los palacios cretenses con coloristas representaciones de una mar con delfines o con juegos de toros iluminaban la vida de la corte minoica también llenos de color estaban llenos los interiores de Pompeya, como los frescos de la villa de los misterios en los cuales bellos desnudos femeninos se recortan en un encendido de fondo rojo.
El siglo XIX, llamado el siglo de las luces, con su afán normativo y pedagógico, nos ofrece muchos ejemplos teóricos y prácticos, sobre la luz en el arte. El “Museo Pictórico” publicado en 1715, nos explica que ella es una de las partes integrales de la pintura a la vista que no solo ve lo físico y real sino lo aparente y fingido, pensando cuerpo, distancias y bultos con la elegante disposición del claro, el oscuro y las sombras y luces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario