Sorprendentemente, los científicos han concluído que nuestros
cuerpos y nuestras mentes se han deteriorado significativamente en
comparación con nuestros antepasados.
La principal razón para esto, parece ser la degradación del genoma humano.
Durante
mucho tiempo, los genetistas se han preocupado por el impacto de las
mutaciones en la población humana, ya que, a razón de una mutación
perjudicial por persona y por generación, eso se traduciría en un
deterioro genético. Pero resulta que los anteriores informes se basaban
en estimaciones de tasas de mutación considerablemente menores de las
que en realidad se han descubierto.
Los hallazgos, que se remontan a 2002, muestran que la tasa de
mutación humana es, de al menos, de 100 errores por persona y por
generación. Algunos científicos creen que la media sería cercana a 300.
Incluso una media de 100 mutaciones tiene profundas implicaciones y
la tasa de mutación de hecho se está incrementando. Por otra parte, la
mayoría, si no todas las mutaciones, en el genoma humano resultan ser
perjudiciales. “Y nada podrá ya revertir el daño que se ha hecho
durante nuestra propia generación, incluso si las mutaciones pudieran
ser detenidas”
Al parecer, el proceso ha entrado en una espiral irreversible que terminará en “crisis de mutación”
Una revolucionaria investigación, llevada a cabo por el Dr. John
Sanford de la Universidad de Cornell y otros expertos, ha demostrado que
los genes contienen decenas de miles de errores (mutaciones) y que con
cada generación que pasa se añaden aún más errores que se transmiten a
la descendencia.
Por lo tanto, no debería sorprender que nuestros antepasados fueran
más grandes, más fuertes, más rápidos y más inteligentes. La verdad es
que tenían mejores genes.
Este tipo de información chocará a mucha gente. Es comúnmente
aceptado que la humanidad está ” progresando ” y que somos mejores,
tanto física como mentalmente, que nuestros predecesores.
Pero las investigaciones realizadas en la Universidad de Cambridge demostrarían lo contrario:
Si Darwin estuviera en lo cierto, posiblemente hace 10 millones de años
un homínido hoy en día desconocido (el eslabón perdido)
habría comenzado la evolución humana. Este supuesto eslabón
se apartaría de la línea que daría origen al chimpancé
y al gorila hace aproximadamente unos 4 millones de años. Se supone que
su capacidad cerebral sería escasa, no superando los 350 cm3 y que al
andar se apoyaría en los nudillos. Presumiblemente la única tecnología
poseída por este organismo consistiría en manejar algunas ramas
que podría transportar en los nudillos mientras andaba.
Posterior al teórico eslabón perdido, hemos encontrado en el registro
fósil una forma homínida que vivió hace unos 4 millones
de años en Africa. Clasificado como Australopithecus, tenía una
capacidad craneal de 450 cm3. Poco más tarde a su aparición surgían
los primeros instrumentos líticos fabricados de silex y piedra tosca.
El Australopithecus andaba ya en bipedestación pero su postura no era
totalmente erguida.
Hace aproximadamente 1,5 millones de años aparece el Homo erectus cuya
postura era totalmente erguida gracias a una pelvis moderna. Su cráneo
y mandíbula son totalmente primitivos, alcanzando una capacidad craneal
de 850 cm3. Sus instrumentos líticos están trabajados por las
dos caras y constituyen lo que hemos llamado la industria lítica acheliense.
100.000 años antes de nuestro tiempo, aparece el Homo sapiens en forma
de hombre de Neanderthal -Homo sapiens neanderthalensis-. La forma del cráneo
de éste no es totalmente moderna, pero su capacidad cerebral es comparable
a la del hombre actual. Sus instrumentos líticos, más perfeccionados
que los achelienses, constituyen la industria musteriense.
Hace 40.000 años aparece el Homo sapiens, de cráneo menos robusto,
y de capacidad craneal algo menor; fabricaba ya algunos instrumentos de tipo
ceremonial como hojas y estatuillas. Su industria es más perfecta y ya
elaboraba agujas, arpones y punzones.
En todo este proceso evolutivo se muestra una correlación entre el aumento
de la capacidad craneal y una mayor capacidad de fabricar instrumentos cada
vez más perfectos. No podemos demostrar directamente que el cerebro contenido
en cajas craneales más pequeñas era también más
pequeño, sin embargo esta relación parece lógica. El hombre
habría desarrollado paralelamente el cerebro, su órgano comprensor
del mundo y sus manos, los órganos constructores de estructuras tecnológicas.
El problema de la determinación del origen del hombre responde a la tipología
general de todo el conocimiento humano. Sherwood L. Washburn expone que las
ideas sobre la evolución humana se basan en datos muy poco fidedignos
y que lo que -al menos teóricamente- debería ser un sencillo problema
como determinar el origen geográfico del hombre, bien sea africano, asiático
u otro, está a la espera de más pruebas de las existentes. No
obstante el hombre debe utilizar su razón para encontrar explicaciones
lógicas. Otro problema es que cuando hay más de una explicación
lógica, como máximo sólo una puede ser verdadera y resulta
muy difícil, si no imposible, saber cuál es.
Nosotros somos nuestro gran enigma,
y es así en cuanto no tenemos idea clara, no solamente de nuestra propia
naturaleza, sino tampoco de todo el sistema vivo y no vivo que nos rodea. Diversos
aspectos característicos nuestros nos pueden ofrecer algunas referencias
interesantes. Somos una especie guerrera, al menos no hemos dejado de mantener
guerras sobre la superficie terrestre desde el neolítico. También
se da un fuerte componente científico y tecnológico en nuestra
cultura. Por otro lado la creencia en la existencia de un sentido en el Universo,
percibido a través de las religiones, es una constante de las culturas
humanas. La carrera espacial es otro factor que incluso no llega a ser comprendido
por muchas mentes lúcidas de nuestro tiempo, pero sin embargo está
ahí. Un desmedido gasto en oposición lógica con la desigual
distribución de la riqueza que mantiene en la miseria, cuando no en el
hambre, a una parte importante de la humanidad. Todos estos factores sostienen
una fuerte interacción entre ellos y quizás sean claves para comprender
el gran enigma..
Pero la realidad es otra. Cada vez que nace un bebé, lo hace totalmente ajeno a la evolución cultural de la sociedad. Un bebé nace igual que si lo hiciera hace millones de años.
No hay pruebas de que el genoma humano esté cambiando en alguna
dirección nueva. No se agranda nuestro cerebro, ni tenemos dientes más
pequeños porque ya no los necesitamos para roer la carne.
Los cambios que sí apreciamos, sin embargo, son de menor consecuencia. Como el cambio de las frecuencias de los rasgos raciales:
color de la piel, tipo de pelo, proteínas de los linfocitos e
inmunoglobulinas, debido al crecimiento demográfico más rápido de los
países en vías de desarrollo.
Un estudio de la Universidad de Cambridge descubrió que la humanidad se está reduciendo en tamaño de manera significativa.Los expertos dicen que los seres humanos han superado su pico y que la
gente de hoy en día son un 10% más pequeña que sus antepasados
cazadores-recolectores.Y si esto no fuera suficientemente deprimente, resulta que nuestros cerebros también son más pequeños.
Los resultados contradicen la idea comunmente aceptada de que el ser
humano ha crecido, una creencia basada en datos sobre el desarrollo
físico más reciente.
El descenso, dicen los científicos, se ha producido en los últimos
10.000 años. Culpan a la agricultura y al sedentarismo, que conllevan
dietas restringidas y urbanización, factores que comprometen la salud y
que conducen a la propagación de la enfermedad
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