CINCO NOCHES
a primera vez fue la noche de un día casi perfecto. Habíamos celebrado una comida en el jardín con nuestros mejores amigos. Los niños salieron a jugar a la playa y los mayores pasamos la tarde brindando por los buenos vientos que impulsaban mis negocios. Un día de sol, un día de felicidad completa.
Al anochecer, mientras recogía la mesa bajo el porche, ya solo, una ráfaga de aire helado cubrió de nubes el cielo y bajó hasta la casa, zarandeándome como en un vendaval, revolviendo el mantel y lanzando los cubiertos al suelo. Entré en el salón con el ánimo turbio. Acabé discutiendo con toda la familia y me marché a dormir con una rara angustia anclada en el estómago.
La segunda vez fue al día siguiente. Cuando me informaron del colapso de la bolsa y la fuga de mi socio.
La tercera antes de ayer, después del accidente, cuando me encerré en mi habitación con la primera botella de alcohol que encontré en el mueble bar, ahogando en el olvido la certeza de que, con ellos, mi vida se había quedado en aquel coche.
La cuarta no pude dormirme hasta caer borracho. Quedé varado de espaldas, encarando las sombras del techo, con la boca entreabierta y los brazos inútiles sobre el regazo de las sábanas. Era un sueño profundo que me atenazaba y me mantenía postrado, inevitablemente inmóvil; pero a la vez despierto en un consciente duermevela.
Escuché brotar a los lejos su espantoso bramido, apagado primero, luego creciendo en su acuciante galope hasta mi lecho; como una tormenta de arena que inunda un poblado de adobe en el desierto. Lo intuía llegar desde la atalaya de mi pesadilla, sabiendo que yo era su presa atrapada. Intenté inútilmente despertarme, abrir los ojos, gritar, zafarme de mi inmovilidad, salir del sueño y buscar refugio... ¿en qué brazos? Cuando aquello se deslizó en mi habitación se había transformado en silencio, un silencio del que mi cerebro sólo adivinaba el sonido del frío. Me hubiese arrugado en cuclillas como una bola de papel y escondido en lo más profundo del embozo, como un niño asustado que aguarda el abrazo que le salva cada mañana de los malos sueños. Pero así permanecí toda la noche, rendido, indefenso, desesperantemente expuesto a la caricia de un silencio mortal..., a la soledad perenne..., a un dolor sin orillas...
Hoy será la última vez. A medida que van pasando las horas siento cómo me inunda el amargo sabor del pánico. Ignoro la razón de esta certeza, pero sé que esta noche, cuando el horrísono frío al fin me abrace, deberé sin remedio abrir los ojos...
Al anochecer, mientras recogía la mesa bajo el porche, ya solo, una ráfaga de aire helado cubrió de nubes el cielo y bajó hasta la casa, zarandeándome como en un vendaval, revolviendo el mantel y lanzando los cubiertos al suelo. Entré en el salón con el ánimo turbio. Acabé discutiendo con toda la familia y me marché a dormir con una rara angustia anclada en el estómago.
La segunda vez fue al día siguiente. Cuando me informaron del colapso de la bolsa y la fuga de mi socio.
La tercera antes de ayer, después del accidente, cuando me encerré en mi habitación con la primera botella de alcohol que encontré en el mueble bar, ahogando en el olvido la certeza de que, con ellos, mi vida se había quedado en aquel coche.
La cuarta no pude dormirme hasta caer borracho. Quedé varado de espaldas, encarando las sombras del techo, con la boca entreabierta y los brazos inútiles sobre el regazo de las sábanas. Era un sueño profundo que me atenazaba y me mantenía postrado, inevitablemente inmóvil; pero a la vez despierto en un consciente duermevela.
Escuché brotar a los lejos su espantoso bramido, apagado primero, luego creciendo en su acuciante galope hasta mi lecho; como una tormenta de arena que inunda un poblado de adobe en el desierto. Lo intuía llegar desde la atalaya de mi pesadilla, sabiendo que yo era su presa atrapada. Intenté inútilmente despertarme, abrir los ojos, gritar, zafarme de mi inmovilidad, salir del sueño y buscar refugio... ¿en qué brazos? Cuando aquello se deslizó en mi habitación se había transformado en silencio, un silencio del que mi cerebro sólo adivinaba el sonido del frío. Me hubiese arrugado en cuclillas como una bola de papel y escondido en lo más profundo del embozo, como un niño asustado que aguarda el abrazo que le salva cada mañana de los malos sueños. Pero así permanecí toda la noche, rendido, indefenso, desesperantemente expuesto a la caricia de un silencio mortal..., a la soledad perenne..., a un dolor sin orillas...
Hoy será la última vez. A medida que van pasando las horas siento cómo me inunda el amargo sabor del pánico. Ignoro la razón de esta certeza, pero sé que esta noche, cuando el horrísono frío al fin me abrace, deberé sin remedio abrir los ojos...
EL TELEFONO ROTO
Para decir verdad, odio que mientras leo, suene el teléfono y menos cuando estoy solo en mi biblioteca que de lúgubre tiene mucho.
La llamada, era particularmente inquietante… tras un corto silencio, un llanto apagado, un gemido ahogado y una respiración acelerada
-No me asuste. Dije.
La voz al otro lado del teléfono casi susurraba
-No. No hay nadie detrás de mí. Estoy solo- contesté
Esta vez, la voz fue gutural y enérgica.
-¡No!-
Contesté con un estremecimiento tal, que la bocina temblaba en mi mano…
El miedo, sabrá usted amigo lector, sólo existe si alguien le presta atención; de otra forma, ¿cómo dar fe de su presencia? Pero esta vez tuvo toda la mía.
Sí, debo reconocer que la habitación estaba más fría que de costumbre. Las cortinas se ondeaban como movidas por un viento que yo sabía bien –y esto es lo inexplicable- que no existía. El olor a tierra húmeda llenó la habitación… yo no soltaba la bocina del teléfono. Empecé a temblar.
Un suspiro de hielo detrás de mí me sacó el corazón del pecho… me volteé para mirar.
Mis ojos, abiertos exorbitantemente, la pudieron ver…
La voz al otro lado del teléfono era casi ininteligible, pero alcancé a escuchar, como un murmullo lejano, gritos aterradores de alguien que pedía que detuvieran la tortura… Temblaba, el sudor frío de mis manos humedecía la bocina…
- No le digas nada…- comentó la voz.
Una larga y desesperada exhalación rompió el silencio.
Era alta, pálida, en extremo pálida. Sus dientes golpeaban uno contra otro y los agujeros que tenía por ojos, estaban llenos de llamas que se filtraban por entre las comisuras de los pómulos pronunciados y del profundo vacío que se adivinaba por la capucha que cubría la espectral aparición. Me tendió la mano y…
¿No está sonando tu teléfono?
La llamada, era particularmente inquietante… tras un corto silencio, un llanto apagado, un gemido ahogado y una respiración acelerada
-No me asuste. Dije.
La voz al otro lado del teléfono casi susurraba
-No. No hay nadie detrás de mí. Estoy solo- contesté
Esta vez, la voz fue gutural y enérgica.
-¡No!-
Contesté con un estremecimiento tal, que la bocina temblaba en mi mano…
El miedo, sabrá usted amigo lector, sólo existe si alguien le presta atención; de otra forma, ¿cómo dar fe de su presencia? Pero esta vez tuvo toda la mía.
Sí, debo reconocer que la habitación estaba más fría que de costumbre. Las cortinas se ondeaban como movidas por un viento que yo sabía bien –y esto es lo inexplicable- que no existía. El olor a tierra húmeda llenó la habitación… yo no soltaba la bocina del teléfono. Empecé a temblar.
Un suspiro de hielo detrás de mí me sacó el corazón del pecho… me volteé para mirar.
Mis ojos, abiertos exorbitantemente, la pudieron ver…
La voz al otro lado del teléfono era casi ininteligible, pero alcancé a escuchar, como un murmullo lejano, gritos aterradores de alguien que pedía que detuvieran la tortura… Temblaba, el sudor frío de mis manos humedecía la bocina…
- No le digas nada…- comentó la voz.
Una larga y desesperada exhalación rompió el silencio.
Era alta, pálida, en extremo pálida. Sus dientes golpeaban uno contra otro y los agujeros que tenía por ojos, estaban llenos de llamas que se filtraban por entre las comisuras de los pómulos pronunciados y del profundo vacío que se adivinaba por la capucha que cubría la espectral aparición. Me tendió la mano y…
¿No está sonando tu teléfono?
LA MUÑECA ASESINA
Ana apretaba la mano de Geraldo mientras sentia que la vida se le iba lentamente. Sus inmensos ojos verdes estaban llenos de lagrimas, su mayor preocupacion era su hija Sasha, que quedaria desamparada cuando ella ya no estuviera en el mundo.
-Prometeme que la cuidaras como si fuera tu propia hija- le dijo entre sollozos- Perdoname Geraldo, se que debi haberte correspondido pero nunca pude verte como mas que un hermano..
Geraldo seco sus lagrimas y le dijo.
-Te juro que cuidare a tu hija como mia propia, te lo juro por mi vida.
En ese instante entro el doctor a ponerle la inyeccion que le ayudaria a soportar el dolor tan horrendo que sentia. Despues de inyectarla, Ana se quedo dormida y Geraldo salio de su habitacion.
La pequena Sasha jugaba con su perrito Max ajena a lo que estaba pasando a su alrededor. Geraldo se sento en silencio con las manos cubriendole el rostro para poder llorar. Ana, la mujer que mas amaba, se le iba y nunca mas la volveria a ver.
-Ayudame Dios mio- suplico- Haz un milagro, su hija la necesita...
Pero el milagro no podia suceder, en ese instante, el medico lo llamo para decirle que Ana acababa de morir.
Despues de la muerte de Ana fue algo dificil para Geraldo obtener la custodia de la nina, pero Emilio, el padre de la nina, un ser ambicioso sin escrupulos se la entrego por una fuerte suma de dinero. Pronto Geraldo tuvo a Sasha en su custodia y tal como le prometio a su amada la cuido como un verdadero padre.
Sasha iba creciendo convirtiendose en una nina muy linda igual que su mama.
Cuando la nina tenia 8 anos de edad, Geraldo decidio que era hora de casarse, queria que la nina tuviera una figura materna, una persona que la quisiera como a su propia hija. Fue asi que decidio casarse con Mariela, su secretaria, pensando que ella seria la madre perfecta para su adorada hijita.
Mariela era una mujer ambiciosa y cruel, odiaba a la nina porque sabia del amor que Geraldo sentia por Ana, y veia en la nina un extraordinario parecido con su madre, por eso la odiaba sin compasion. Delante de Geraldo la trataba con dulzura maternal, pero cuando el se iba a su negocio, Mariela aprobechaba para tratar a la nina como una sirvienta, obligandola a hacer toda clase de trabajo pesado, humillandola, golpeandola y muchas veces hasta la dejaba con comer. La nina le tenia terror y por miedo callaba los malos tratos de su vil madrastra.
Una tarde, Gerardo se le presento un negocio muy importante en el Medio Oriente, donde unos arabes querian comenzar a ayudarlo a expander su negocio por muchos paises. Geraldo tenia que viajar y estaria alli por espacio de 5 dias.
Con profundo pesar Geraldo se lo dijo a su esposa. Mariela vio que esa era la oportunidad indicada para desahacerse de una vez por todas de la nina y lo insto a que viajara solo. Geraldo se despidio de Sasha y le prometio que a su regreso le traeria un lindo regalo.
La nina se quedo llorando al verlo partir, como si presintiera que aquella era la ultima vez que lo veria. En efecto, una vez que Geraldo se marcho, su malvada madrastra comenzo su malevolo plan. Obligo a la nina a salir desnuda a la nieve y alli la dejo morir de frio. En pocas horas la nina murio, Mariela coloco su cuerpo en un saco y lo enterro en el patio de la casa. Estaba feliz, cuando su esposo llegara le diria que la nina habia sido secuestrada e inventaria una serie de cosas para que este creyera que asi habia sido. Acostumbrada a mentir sin problemas Mariela sabia que nunca se podia descubrir su horrendo crimen.
Lejos de alli en el Medio Oriente Geraldo cerraba un gran negocio y ya estaba listo para volver a casa.
La noche antes de partir se recordo que le habia prometido a su hija un regalo de alli. Con prisa se vistio y salio a caminar en busca del regalo perfecto.
Camino por un lugar donde estaban los mercaderes vendiendo diferentes cosas, habia de todo, joyas, ropa, juguetes, telas, etc...Geraldo caminaba en silencio entre la multitud sin saber a ciencia cierta que era lo que queria comprar. De repente, sus ojos se posaron en aquella tienda del mercader y su corazon comenzo a latir de prisa. No podia ser cierto lo que estaba viendo, alli en aquella tienda habia un maniqui, un maniqui identico a su difunta amada Ana. La muñeca alta y delgada, de grandes y vidriosos ojos verdes, parecia mirarlo tambien y Geraldo sintio que Ana lo estaba mirando exhortandolo a que la comprara.
Como movido por un iman se acerco a la tienda y le pregunto al mercader.
-Cuanto cuesta esta muñeca?
el mercader lo miro sin entenderlo.
-Senor- le dijo- esa muñeca maniqui no esta en venta, es solo para anunciar mi mercancia..
Pero Geraldo saco un monton de dinero de su bolsillo y lo puso en sus manos.
-Vendamela, pago lo que sea....
De camino a su pais Geraldo iba feliz, junto a el en el vuelo llevaba la muñeca y la contemplaba con ternura y sorpresa a la vez. Parecia tener a Ana delante de el nuevamente y su felicidad no tenia limites.
Cuando llego a su casa feliz por mostrarle a su hija la muñeca, encontro a Mariela llorando angustiada.
-La nina fue secuestrada- le dijo entre sollozos- un grupo de hombres armados se la llevaron, reporte a la policia pero...
Geraldo se volvio como loco, no podia ser posible, salio como un loco tomo su auto y se marcho a la estacion de la policia donde Mariela claro esta habia echo la denuncia del secuestro.
Mariela sonrio y cuando iba a subir a su habitacion se quedo petrificada. Ante ella envuelta en una tela de seda estaba aquella muñeca. Cuando Mariela la miro la sangre parecio congelarse en sus venas. El recuerdo de Ana vino a su mente.
-Dios mio- dijo asustada- esta muñeca tiene el mismo rostro de esa mujer...
Llena de miedo subio las escaleras rumbo a su habitacion...
Las horas pasaban y su esposo no volvia. La noche estaba llegando, Mariela no sabia que hacer, no sabia por que sentia tanto miedo...de repente, sintio pasos en la escalera, unos pasos firmes, de pie delicado, de tacones, no, no era Geraldo, era alguien mas, era una persona con tacones, de caminar erguido y firme, quien podia ser?. Mariela se levanto de la cama, cerro la puerta con cerrojo y grito.
-Quien es? quien esta ahi? vayase o llamo a la policia...
No hubo respuesta, los pasos se acercaban mas y mas. Mariela puso un mueble para cubrir la puerta..comenzo a escuchar el llanto de la nina, la voz de Sasha pidiendole que le abriera la puerta..
-Tengo frio Mariela, tengo frio decia la voz, si era la misma voz que habia escuchado aquella noche en que dejo que la nina muriera congelada en el patio de la casa...
Mariela se tapo los oidos para no escuchar mas, la voz de la nina se confundia con la voz de Ana que le gritaba Asesina!!!...Mariela comenzo a gritar desesperada aferrada a la puerta...
Cuando Geraldo volvio en la madrugada, encontro a su esposa muerta en el piso de la habitacion, habia sido degollada con una navaja y junto a ella, tirada en el piso, con los ojos vidriosos mirandolo fijamente y en los labios lo que parecia ser una sonrisa triunfal estaba la muñeca...
-Prometeme que la cuidaras como si fuera tu propia hija- le dijo entre sollozos- Perdoname Geraldo, se que debi haberte correspondido pero nunca pude verte como mas que un hermano..
Geraldo seco sus lagrimas y le dijo.
-Te juro que cuidare a tu hija como mia propia, te lo juro por mi vida.
En ese instante entro el doctor a ponerle la inyeccion que le ayudaria a soportar el dolor tan horrendo que sentia. Despues de inyectarla, Ana se quedo dormida y Geraldo salio de su habitacion.
La pequena Sasha jugaba con su perrito Max ajena a lo que estaba pasando a su alrededor. Geraldo se sento en silencio con las manos cubriendole el rostro para poder llorar. Ana, la mujer que mas amaba, se le iba y nunca mas la volveria a ver.
-Ayudame Dios mio- suplico- Haz un milagro, su hija la necesita...
Pero el milagro no podia suceder, en ese instante, el medico lo llamo para decirle que Ana acababa de morir.
Despues de la muerte de Ana fue algo dificil para Geraldo obtener la custodia de la nina, pero Emilio, el padre de la nina, un ser ambicioso sin escrupulos se la entrego por una fuerte suma de dinero. Pronto Geraldo tuvo a Sasha en su custodia y tal como le prometio a su amada la cuido como un verdadero padre.
Sasha iba creciendo convirtiendose en una nina muy linda igual que su mama.
Cuando la nina tenia 8 anos de edad, Geraldo decidio que era hora de casarse, queria que la nina tuviera una figura materna, una persona que la quisiera como a su propia hija. Fue asi que decidio casarse con Mariela, su secretaria, pensando que ella seria la madre perfecta para su adorada hijita.
Mariela era una mujer ambiciosa y cruel, odiaba a la nina porque sabia del amor que Geraldo sentia por Ana, y veia en la nina un extraordinario parecido con su madre, por eso la odiaba sin compasion. Delante de Geraldo la trataba con dulzura maternal, pero cuando el se iba a su negocio, Mariela aprobechaba para tratar a la nina como una sirvienta, obligandola a hacer toda clase de trabajo pesado, humillandola, golpeandola y muchas veces hasta la dejaba con comer. La nina le tenia terror y por miedo callaba los malos tratos de su vil madrastra.
Una tarde, Gerardo se le presento un negocio muy importante en el Medio Oriente, donde unos arabes querian comenzar a ayudarlo a expander su negocio por muchos paises. Geraldo tenia que viajar y estaria alli por espacio de 5 dias.
Con profundo pesar Geraldo se lo dijo a su esposa. Mariela vio que esa era la oportunidad indicada para desahacerse de una vez por todas de la nina y lo insto a que viajara solo. Geraldo se despidio de Sasha y le prometio que a su regreso le traeria un lindo regalo.
La nina se quedo llorando al verlo partir, como si presintiera que aquella era la ultima vez que lo veria. En efecto, una vez que Geraldo se marcho, su malvada madrastra comenzo su malevolo plan. Obligo a la nina a salir desnuda a la nieve y alli la dejo morir de frio. En pocas horas la nina murio, Mariela coloco su cuerpo en un saco y lo enterro en el patio de la casa. Estaba feliz, cuando su esposo llegara le diria que la nina habia sido secuestrada e inventaria una serie de cosas para que este creyera que asi habia sido. Acostumbrada a mentir sin problemas Mariela sabia que nunca se podia descubrir su horrendo crimen.
Lejos de alli en el Medio Oriente Geraldo cerraba un gran negocio y ya estaba listo para volver a casa.
La noche antes de partir se recordo que le habia prometido a su hija un regalo de alli. Con prisa se vistio y salio a caminar en busca del regalo perfecto.
Camino por un lugar donde estaban los mercaderes vendiendo diferentes cosas, habia de todo, joyas, ropa, juguetes, telas, etc...Geraldo caminaba en silencio entre la multitud sin saber a ciencia cierta que era lo que queria comprar. De repente, sus ojos se posaron en aquella tienda del mercader y su corazon comenzo a latir de prisa. No podia ser cierto lo que estaba viendo, alli en aquella tienda habia un maniqui, un maniqui identico a su difunta amada Ana. La muñeca alta y delgada, de grandes y vidriosos ojos verdes, parecia mirarlo tambien y Geraldo sintio que Ana lo estaba mirando exhortandolo a que la comprara.
Como movido por un iman se acerco a la tienda y le pregunto al mercader.
-Cuanto cuesta esta muñeca?
el mercader lo miro sin entenderlo.
-Senor- le dijo- esa muñeca maniqui no esta en venta, es solo para anunciar mi mercancia..
Pero Geraldo saco un monton de dinero de su bolsillo y lo puso en sus manos.
-Vendamela, pago lo que sea....
De camino a su pais Geraldo iba feliz, junto a el en el vuelo llevaba la muñeca y la contemplaba con ternura y sorpresa a la vez. Parecia tener a Ana delante de el nuevamente y su felicidad no tenia limites.
Cuando llego a su casa feliz por mostrarle a su hija la muñeca, encontro a Mariela llorando angustiada.
-La nina fue secuestrada- le dijo entre sollozos- un grupo de hombres armados se la llevaron, reporte a la policia pero...
Geraldo se volvio como loco, no podia ser posible, salio como un loco tomo su auto y se marcho a la estacion de la policia donde Mariela claro esta habia echo la denuncia del secuestro.
Mariela sonrio y cuando iba a subir a su habitacion se quedo petrificada. Ante ella envuelta en una tela de seda estaba aquella muñeca. Cuando Mariela la miro la sangre parecio congelarse en sus venas. El recuerdo de Ana vino a su mente.
-Dios mio- dijo asustada- esta muñeca tiene el mismo rostro de esa mujer...
Llena de miedo subio las escaleras rumbo a su habitacion...
Las horas pasaban y su esposo no volvia. La noche estaba llegando, Mariela no sabia que hacer, no sabia por que sentia tanto miedo...de repente, sintio pasos en la escalera, unos pasos firmes, de pie delicado, de tacones, no, no era Geraldo, era alguien mas, era una persona con tacones, de caminar erguido y firme, quien podia ser?. Mariela se levanto de la cama, cerro la puerta con cerrojo y grito.
-Quien es? quien esta ahi? vayase o llamo a la policia...
No hubo respuesta, los pasos se acercaban mas y mas. Mariela puso un mueble para cubrir la puerta..comenzo a escuchar el llanto de la nina, la voz de Sasha pidiendole que le abriera la puerta..
-Tengo frio Mariela, tengo frio decia la voz, si era la misma voz que habia escuchado aquella noche en que dejo que la nina muriera congelada en el patio de la casa...
Mariela se tapo los oidos para no escuchar mas, la voz de la nina se confundia con la voz de Ana que le gritaba Asesina!!!...Mariela comenzo a gritar desesperada aferrada a la puerta...
Cuando Geraldo volvio en la madrugada, encontro a su esposa muerta en el piso de la habitacion, habia sido degollada con una navaja y junto a ella, tirada en el piso, con los ojos vidriosos mirandolo fijamente y en los labios lo que parecia ser una sonrisa triunfal estaba la muñeca...
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