miércoles, 2 de enero de 2013

NOVEDAD LITERARIA RECOMENDADA EN EL PRIMER MES DEL AÑO literatura en 2013


                       El bosque maldito

Llegaba el ocaso y Duncan aún galopaba por el bosque maldito.   Había salido del palacio con
los primeros rayos del sol, y durante el día anduvo cazando con arco y acampando.
Hacia el final de la tarde hirió a un jabalí, persiguiéndole después largamente. En la
persecución cruzó a galope por densos matorrales, y costeó peligrosamente el borde de barrancos,
donde algunas piedras que se desprendían rodaban hacia el fondo siempre brumoso de aquellos
abismos.   Tan empeñado estaba Duncan, que en su afán por capturar a la bestia, no reparó en lo
tarde que era, y recién cuando perdió el rastro entre las primeras penumbras de la noche, tomó
conciencia de que debía regresar.
Para llegar al castillo debía atravesar el camino que zigzaguea por el bosque maldito, un lugar donde
por la noche vagan todo tipo de espantos y apariciones engañosas, que pueden enloquecer a un hombre de terror.
 

                                                         Él

Por las ventanas de la solitaria casa escapaba algo de luz, haciéndola resaltar en la noche. Hacia todos lados se extendían praderas y plantaciones que se alternaban. Un camino cruzaba cerca de la casa, y desde el anochecer, María escudriñaba rumbo a uno de sus extremos, esperando afligida.
Esa parte el camino atravesaba un terreno que se iba elevando, y descendía abruptamente del otro lado de la colina. María miraba hacia la cima, hacia la parte donde el camino parecía desaparecer, esperando que en cualquier momento se recortara en él la silueta de Gerardo, su marido, que siempre regresaba de su trabajo al atardecer, pero que aún no lo hacía.
María volteó hacia la casa. “Mejor preparo la cena mientras lo espero”, pensó. Echó una última mirada al camino, después salió con paso lento hacia su hogar.
En la mesada de la cocina, María raspaba una zanahoria, sumida en sus preocupaciones. Estaba ubicada frente a una ventana, y tras el cristal, en el fondo oscuro de la noche, surgieron de pronto dos ojos que la miraban fijamente. María estuvo a punto de gritar, pero tras un instante, los ojos estaban en el rostro de Gerardo, y éste sonreía, mas la mirada era la misma.  Ella se llevó las manos al rostro, luego las bajó hasta el pecho como quien siente su corazón. 



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